E l tercer largometraje de Juan Carlos Fresnadillo confirma su progresiva decantación hacia el cine de género fantástico, alejándose de la línea de autor que parecía plantear en su ópera prima «Intacto». Tras la incursión en la vertiente más apocalíptica del fenómeno zombi con «28 días después», presenta un thriller de suspense terrorífico plagado de elementos bien reconocibles. Sin embargo, el cineasta canario no se inclina por ninguno de ellos, a fin de conseguir una propuesta original mediante un inesperado giro de orientación en el argumento, bien avanzada la película, que obliga al espectador a replantearse todo lo hasta entonces visto. De no producirse esa transformación, «Intruders» habría pasado por el origen de otra saga de tantas sobre asesinos de pesadilla.

Sería una pena que en Hollywood se quedaran únicamente con la idea de la figura serial del monstruo, bautizado como Hollowface (Carahueca), aunque también se presta a los apodos de El Hombre del Capuchón, o El Hombre del Chubasquero, en atención al aspecto con que se cuela en los sueños de los niños de la familia sobre la cual recae la maldición de turno.

Pero detrás de esa presencia fantasmagórica se esconde una curiosa alegoría sobre la naturaleza hereditaria del miedo, que se transmite ancestralmente de generación en generación. Los distintos tiempos y los distintos lugares en los que se manifiesta dicha transmisión genética están muy bien hilvanados, hasta completar una suerte de cuento familiar que no deja de ser la alargada y deformada sombra del árbol genealógico.

El tránsito de Madrid a Inglaterra indica un progreso en lo material, una clara mejora del nivel de vida. De curas que tratan las pesadillas a modo de improvisados exorcistas se pasa a siquiatras que diagnostican un caso de follie à deux. De nada sirve el avance porque el peso del pasado persiste, sin que los hijos puedan librarse de los tormentos irracionales de sus padres. La huella de los maltratos no se borra de la memoria familiar, acosando a los descendientes mientras la causa de tanto dolor no sea descubierta.