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Por los siglos de los siglos

«El árbol de la vida»

 

Koldo LANDALUZE

Tiendo a desconfiar de las películas que pretenden ser más grandes que la vida misma y en el caso de la última propuesta de Terrence Malick, dicha desconfianza se ha visto agravada por la sensación de total desconcierto que me asaltó finalizada la proyección. Un desconcierto quizá mayor que el que pudo sentir el actor Sean Penn cuando le ofrecieron el rol de hijo amado, hijo castigado, hijo atormentado, hijo desorientado y, finalmente, hijo redimido y liberado. Sinceramente, ignoro lo que Malick ha querido contarme, y sólo puedo intuir en el entramado dramático de “El árbol de la vida”, cierta constante relacionada con las dudas existenciales y una total y plena referencia al gobierno caprichoso de Dios. Más allá de esta base, lo que el autor de la magistral “La delgada línea roja” retrata en la pantalla, se diluye en un encadenado de imágenes y frases que pretenden dotar de cierto empaque a una historia que no pasa de ser una mera crónica familiar de las que ya se han visto mil y una veces. Eso sí, el sello autoril de Malick le obliga a envolver la historia de una familia en crisis dentro de un halo de grandeza pretenciosa que incluye un muestrario de imágenes que recrean el mismísimo inicio de la vida en la Tierra mediante un muy desfasado toque new age. Por cierto, si la película pretende ser una alusión constante a Dios, me resulta un tanto hiriente incluir imágenes de dinosaurios cuando estas criaturas nunca han sido citadas por la Biblia y la mera conjetura de su existencia era tildada de herejía. Amén.

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