Fermin Munarriz Periodista
Un tal... López
Siempre lo había pensado pero lo callaba por pudor. El lehendakari me recuerda a esos espontáneos de la televisión que se cuelan detrás del personaje entrevistado para que les vea su madre o sus amigos. Cosas de la inmadurez. Pero cuando se llega a una responsabilidad como la suya, aunque sea usurpando la voluntad popular, lo menos que cabe esperar es que esté a la altura de las circunstancias. Desde su opción política, sí, pero a la altura.
Entre las actuaciones inolvidables que nos ha regalado el lehendakari está su premeditada ausencia en una de las semanas más trascendentes de la historia de este país. Hay que tener puntería. Despreció la conferencia internacional con la mezquina intención de devaluarla y se marchó a la conquista del lejano oeste. Llegó el anuncio del cese definitivo de la actividad armada de ETA y su intervención desde el tren, en lo que ya se conoce como «La declaración de la diligencia», no tuvo precio. Fue un detalle no sacar al revisor en la imagen, pero la historia le volvió a pasar por encima. Como una ola.
Para recomponer tamaña irresponsabilidad, volvió convocando una ronda para recuperar protagonismo mediático y lanzó el discurso de... ¿¡la victoria!? y ya está todo arreglado. ¿A ver si cuela? ¿Con partidos ilegales, con los Mandela en la cárcel, con presos sufriendo una venganza sádica diaria y con un conflicto político intacto por el que claman hasta desde otros continentes?
López nunca ha mostrado capacidad de arriesgar ni, por tanto, liderazgo. Su figura ha empequeñecido de tamaño de manera proporcional a su inactividad. Ya no engaña ni a los pocos suyos que le quedan. Han tenido que suspender hasta la celebración de «alegría» que habían organizado para hoy. Por falta de sociedad. Incapaces de comprender que el reflejo más genuino de la ciudadanía vasca tuvo lugar el pasado sábado en Bilbo entre quienes exigieron soluciones democráticas. Por razones que algún día se superarán, esta vez hubo sólo cincuenta mil personas, pero todos -con suerte hasta el tal López- sabemos que detrás de esa demanda hay cientos de miles: la mayoría apabullante de la sociedad, que no está para concursos de ideas ocurrentes ni para jugar al rasca-y-gana a ver quién acierta alguna respuesta.
No piensen que me olvido de la otra ausente, la presidenta Barcina. Es, simplemente, que merece otro capítulo. Más dulce.