Raimundo Fitero
La música
Existe la música pop-rock para las cadenas de televisión? Acabado el negocio de la venta de discos, se comprueba cómo la industria musical solamente utilizaba la televisión como soporte de ventas. O puede que fuera al revés, que la televisión solamente se relacionaba con la música para crear espacios de ventas, o sea publicidad encubierta. Nos hemos hartado de señalar que la música clásica, por razones que nadie ha explicado, se ha colocado en la televisión pública que es en la única que la ha tratado con cierta normalidad, siempre en horarios intempestivos. Se supone que al tener compromisos los programadores con las orquestas propias o las orquestas de la Comunidad, se les buscaba un hueco para cubrir el expediente y consideraban que los melómanos son tan adictos que se levantarán a la hora que sea, incluso un sábado, para escuchar los conciertos en directo, antes, y grabados, siempre.
La verdad es que los datos de audiencias son irrelevantes, por lo que la labor de popularización de una música culta, de iniciación de las capas sociales menos enseñadas a reconocer y disfrutar de estas obras magnas, ha sido un fracaso. Pero, lo más curioso es que con la música popular de gran consumo ha sucedido algo todavía más rotundo. Sin discográficas multinacionales, no hay música en televisión, porque era una simbiosis entre productoras, televisiones y discográficas para cerrar un ámbito de reproducción de estándares, de instaurar un modelo estético que tenía en la radio fórmula su infantería, pero que en la televisión lograba utilizar todo el armamento pesado para incrementar ventas y crear productos de consumo.
Eso parece obsoleto. Pasado. Hoy la música en la televisión está en los noticiarios, cuando se trata de un fenómeno de masas, o está en las madrugadas entre teletiendas, videntes y echadoras de cartas, como relleno de la programación. O vuelve la orquestina de subrayados y empalmes en los directos, y poca cosa más. Aquellos gloriosos años que el vídeo de un artista copaba todas las cadenas es un recuerdo sospechoso. O los programas varios con listas de éxitos. O los promocionales. Ahora la música pop ocupa espacios de madrugada muy poco propicios.