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Raimundo Fitero

Extraño prurito

Seguramente que Jordi González, Paolo Vasile y todo el equipo de guionistas, productores, realizadores y colaboradores se están preguntando por la razones que han llevado a que la próxima emisión de «La Noria» se realice sin ningún anuncio publicitario. Las reglas del mercado, hasta ahora, se mantenían dentro de un cinismo calculado y se olvidaban asuntos éticos, estéticos o incluso políticos siempre que su inversión tuviera una repercusión directa en su cuenta de resultados. En todos los casos existen matices, excepciones y actitudes beligerantes, como bien sabemos en este periódico.

Se está dando la paradoja de que «La Noria» ha ido subiendo en audiencia, a la vez que iba perdiendo anunciantes. Y se nos asegura que todo empezó en las redes sociales a partir de una entrevista con la madre de uno de los acusados por el caso Marta del Castillo. El motivo que llevó a la retirada de los anunciantes es que se supo que cobró por participar, como hacen la inmensa mayoría de los participantes en programas televisivos. ¿Por qué tanto revuelo? La misma persona había aparecido en otros programas y nadie dijo nada, ¿por qué se monta cuando sale en «La Noria»?

No existen respuestas convincentes, solamente podemos asegurar que se trata de una de las maniobras de derribo de un programa más obscenas, porque se esgrimen unos argumentos para tomar esas decisiones que no convencen a nadie. ¿Hay alguna manobra oculta? ¿Se trata de una venganza? ¿Es la propia cadena la que consiente este ataque para retirar el programa? ¿Se considera que esta opción no es la correcta para los tiempos políticos que llegan?

Lo cierto es que ha aparecido un extraño prurito en ciertas marcas que no se acaba de entender. Porque también podría suceder otro movimiento social, y sería tomar nota de estos anunciantes y boicotearlos, no por solidaridad con «La Noria» -que también, por lo que es de ataque a la libertad de expresión-, sino para castigar a quienes intentan censurar, programar desde la sombra a partir de sus estrategias augustamente publicitarias. Esta es la realidad, pero es tan grosera que deberían disimular un poco más.

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