Los esperpentos corales de José Luis García Sánchez habían degenerado mucho en los últimos tiempos, así que nada mejor que volver a las fuentes de su estilo humorístico para regenerarse. Y ha sido coherente con la adaptación de la primera novela de Rafael Azcona, a fin de completar la trilogía de sátira costumbrista que forma con los clásicos de Marco Ferreri «El pisito» y «El cochecito», al utilizar la fotografía en blanco y negro para la necesaria continuidad estética. Además, ha recurrido al sonido doblado, tal como se hacía en las producciones de los años 50.

Otro elemento característico que se han conservado es el reparto compuesto por secundarios y figurantes en su totalidad, filmados mediante largos planos secuencia. La situación que propicia semejante acumulación de personajes en cada escena es la muerte del bisabuelo del niño protagonista. La organización del velatorio mueve a todo un microcosmos social de la vida provinciana de posguerra, lo que Azcona aprovechó para caricaturizar al Logroño que conoció en su infancia y juventud.