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Txisko Fernández Periodista

Historias con principio y final

La Historia de la humanidad tiene un principio, pero es tan lejano para nuestras consciencias individuales que no forma parte de nuestro pensamiento cotidiano. Por el contrario, el futuro, pese a ser mucho más indefinido cuando no impredecible, forma parte de nuestra esencia. Quienes dedican más tiempo a estudiar el funcionamiento de nuestro cerebro y nuestros comportamientos sociales afirman que esto último nos caracteriza especialmente a mujeres y hombres cuando buscamos diferenciarnos del resto de especies.

No hay que entrar en complejos ejemplos para entenderlo. Simplemente, basta con percatarse de que, diariamente, nos acostamos pensando en qué tenemos que hacer y soñamos con qué nos gustaría hacer al día siguiente. También es habitual poner el horizonte temporal un poco más lejos, para pensar sobre qué será dentro de unos años de nuestra vida y de la de quienes nos rodean, o para preparar unas vacaciones, o para acudir a una cita, o para llegar a tiempo a una visita a mil kilómetros de casa.

Aunque estos pensamientos no nos ocupen gran parte del día, resultan vitales porque son los que nos permiten sobreponernos a un presente que, a ratos o durante todo el día, nos resulta pesaroso, amargo porque, precisamente, no cumple con nuestras expectativas por mucho que estas nos parezcan razonables y factibles.

Este tipo de esperanza es la que se está extendiendo cada vez más deprisa por nuestro país y también a través de los muros levantados en un pasado, ni reciente ni lejano, que necesariamente tendrá un punto final. Y con este impulso amanece cada día más gente en Euskal Herria.

Quedan muchas horas todavía para llegar al 7 de enero, pero son horas cargadas de esperanza. Restan pocos días para la cita en las calles de Bilbo, pero son muchos, muchísimos, si se acumulan a los que hemos ido almacenando en la mochila de la memoria. Es probable que la movilización sea colosal, como anuncian sus promotores, aunque no será el punto final de esta parte de nuestra historia, pero renglón a renglón este capítulo está llegando a su fin, como llegó el anterior.

Es hora de comenzar a escribir el epílogo del conflicto. Y para hacerlo hay que seguir soñando.

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