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El respeto es una de las claves del nuevo escenario político abierto en Euskal Herria

La declaración de los firmantes del Acuerdo de Gernika en relación a las víctimas del conflicto realizada ayer en Aiete supone un nuevo paso en la dirección estratégica tomada por el grueso de las fuerzas soberanistas vascas para, primero, lograr establecer un escenario democrático en el que no se dé conculcación de derechos alguna y, a continuación, lograr la consecución de sus objetivos políticos por medios pacíficos y democráticos. La unilateralidad es una de las claves de esa estrategia, no hay duda. Pero esa unilateralidad no puede ser comprendida si no se entiende que, a su vez, uno de los valores centrales de la misma es la honestidad. Todos los pasos dados a raíz del debate que llevó a la izquierda abertzale a un cambio estratégico, desde los propios términos del debate interno hasta la última de las declaraciones públicas, han estado marcados por la honestidad, también la declaración hecha pública ayer.

En ese sentido, el reconocimiento del dolor y el sufrimiento generado, acompañado de una sentida muestra de pesar, es un paso lógico, sensato, inteligente, humano y constructivo. La declaración avanza en ese camino. Evidentemente, su fuerza no es tal que pueda por sí misma cicatrizar las heridas a las que se refiere, pero es un paso necesario para que eso ocurra.

Asimismo, tal y como señala este nuevo documento del Acuerdo de Gernika, solo la superación definitiva del conflicto político garantizará que «nunca más se produzcan situaciones de violencia y vulneración de derechos humanos». Ese debe ser el objetivo último.

No obstante, la perdida y el sufrimiento acumulado requieren de tacto y respeto. Cada paso debe ser medido, sin ansiedad pero sin cejar en el empeño; si no, será tergiversado y, en consecuencia, poco efectivo. Costará, pasarán años y habrá que realizar un esfuerzo compartido para que definitivamente se cierren esas heridas. El respeto mutuo deberá regir esa labor y, en ese terreno, la ciudadanía vasca tiene hecha una parte importante del camino. En la sociedad vasca existe una conciencia clara de que han existido violaciones de derechos por ambas partes, de que unos y otros han mirado para otro lado cuando esas conculcaciones se realizaban «en su nombre». El escenario abierto cierra las puertas a una indiferencia ante el sufrimiento, tanto respecto al ajeno como al general, que ha sido parte de la estrategia del Estado mientras ha logrado mantener el bloqueo.

En contra de lo que plantean algunos, la izquierda abertzale también tiene una gran ventaja en este ámbito. En la ética revolucionaria los muertos son sagrados y el respeto a quien sufre es obligatorio. En este caso, la conciencia del sufrimiento propio no se ha convertido en una barrera para comprender la dimensión del daño causado. Esa capacidad para empatizar con quien realmente ha sido víctima en el conflicto vasco dará nuevos frutos, no solo para ese movimiento, sino para todo un pueblo.

Dicen que el deseo de venganza es cegador, y no cabe duda de que puede llegar a inhibir la inteligencia y la lógica política. Algunas de las primeras reacciones a la declaración de ayer evidencian no haber leído el texto o, simplemente, el deseo de evitar a toda costa un nuevo escenario. La negación de la existencia de víctimas por ambas partes resulta «lógica» en ese sentido, porque es el modo de negar el conflicto político. También sus términos reales. Porque, si hubiese habido víctimas por ambas partes, ¿cómo se entiende que solo haya presos de una de ellas? Algunos van aún más allá, y quieren centrarse exclusivamente en «los casos sin resolver». Es de suponer que, teniendo en cuenta la impunidad con la que ha actuado una de las partes, en las cloacas del Estado no consideren esa una muy buena idea.

Más sorprendente resulta la valoración negativa de la declaración que realizó el PNV. Critica la equidistancia quien, al considerar igual todas las violencias, equipara la muerte de Melitón Manzanas y la de Josu Muguruza. ¿O no? Entonces, que deje de jugar al juego caduco de la «insuficiencia». Lo único incomprensible a estas alturas para una gran parte de la sociedad es que ese partido y ELA no hayan suscrito el Acuerdo de Gernika.

Una visión constructiva basada en el respeto

La declaración de ayer se da en un contexto radicalmente distinto a otros muy recientes. Esta misma semana en la Diputación de Gipuzkoa se rendía homenaje a las víctimas del franquismo, entre otros a los familiares de Angel Otaegi y Jon Paredes Txiki. Solo el PP no asistió al acto. Cabe recordar que hace tan solo unos pocos años esos familiares eran golpeados y humillados por la Ertzaintza en el cementerio de Zarautz por querer homenajear a sus muertos. Algo ha cambiado y no va a parar.

En un reciente libro titulado «Contra la neutralidad», el periodista Pascual Serrano recuerda unas palabras de Eva Forest que vienen al caso. Dicen así: «Recoger los sueños de nuestros muertos y convertirlos en arma creadora que perfora imposibles y horada utopías en busca de nuevos caminos que aceleren el proceso de humanización, ¿no es ya el mejor homenaje?». Esa perspectiva es incompatible con sueños totalitarios, con la negación de la libertad. Aquí y ahora una visión constructiva solo es posible desde el respeto, también en el terreno de las víctimas.

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