Bañado en técnica
Carlos GIL ZAMORA
Cruzar dos textos tan dispares como el de Steven Berkoff reinventando una supuesta y excitante vida amorosa de Ofelia y Hamlet, junto al de Josu Montero dando voz a una tripolar Virginia Woolf en sus últimos meses de vida, es un ejercicio que intelectualmente es muy sugestivo pero que se convierte en una trampa dramatúrgica que a la vez condiciona la puesta en escena.
Esos textos deben acomodarse a unas formas previas, a una concepción teórica traducida en un espacio que los enmarca, los aprisiona, los convierte en su sucesión de apariciones de cada uno de ellos en una imbricación muy forzada, que se sostiene por el tratamiento musical, prosódico que los iguala, aunque ambos deban sufrir por esta necesidad de sonar en la partitura en el mismo tono, ya sea para narrar una pasión, una pulsión sexual o para mostrar una depresión, una situación de negación creativa. La vida y la muerte. Es un planteamiento interesante. Un resultado más cuestionable.
Todo está perfectamente encajado. Todo sucede con orden, con pulcritud en su ejecución. El equipo actoral afina, con sus desniveles de calidad, pero están dando vida a los personajes sin autonomía total, sin interiorización, partiendo de situaciones narradas o cantadas que no suceden o preceden a las acciones sino que las suplen ya que parece todo diseñado de antemano. Es un baño de técnica por encima del instinto y la autenticidad por el que se pierde el hilo de conexión emocional. Es un bello espectáculo al que le falta tomar vida propia, despojarse de las marcas y volar escénicamente.