Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Entre Innerarity y Moore
Sé que uno de los regalos que más se ha «extendido» durante estas navidades ha sido el llamado libro electrónico. Lejos de realizar una crítica sin demasiado fundamento hacia este nuevo soporte para la lectura confieso aquí una de las tantas contradicciones de un corazón ecologista: Me gustan los libros de papel. Con o sin la venia de los románticos, añoraré en este escrito, sin precisión ni pretensiones, los libros hechos con letra impresa, porque me gusta pasar las páginas, oír su crujido, tener presente y «visualizadas» todas las palabras que en él habitan... Suelo sentir una emoción curiosa con la llegada de un ejemplar desconocido a mis manos y, a veces, desleal para con el autor, cuando al azar escojo una página y comienzo la lectura y el enganche consiguiente a mi antojo. De hecho, de vez en cuando, practico este «deporte»: abro una hoja cualquiera y decido si es el momento de introducirme en los ensueños y reflexiones escritos por otros.
Ahora tengo dos en mis manos y seis más en la mesilla, un lugar destinado a los libros más íntimos y placenteros, nuevos y viejos, leídos y por leer, amontonados... Como decía, dos ocupan mi avaricia lectora: «La vida singular de Albert Nobbs», una novela corta de George Moore y «Ética de la hospitalidad» del lúcido Daniel Innerarity. La novela corta de Moore está encuadernada con delicadeza por la editorial Funambulista, dulce al tacto, hiladas sus páginas... El de Innerarity es de esos libros de los que te enamoras sin remedio al abrirlo por cualquier página, leamos: «Llevar el tren a la siguiente estación, preparar el próximo examen, cobrar el subsidio del desempleo para el nuevo mes... Estos entretenimientos hacen que los hombres lleguen tarde a la cita con la nada absoluta».