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Análisis | Integración de las cajas vascas

Kutxabank, el engaño y la seducción

Tras la conformación del consejo de administración de Kutxabank, el autor repasa todo el proceso para concluir, aunque «me sabe mal decirlo», que algunos asumieron «tan entusiastamente» el discurso de los impulsores del proyecto «que vieron virtudes donde no las había».

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Guzmán RUIZ GARRO Exconsejero general de BBK

Desde los comienzos del proceso de creación de Kutxabank, no han dudado en agitar todos los fantasmas habidos y por haber sobre el desastre que supondría no sumarnos a la ola de bancarización de las cajas. El pasado verano nos bombardearon diariamente, con publicidad pagada en los medios, con entrevistas, declaraciones y artículos de opinión por doquier, contándonos las bondades del banco con alma, el banco público vasco. Decían que sería la única opción que generaría valor para Gipuzkoa. Se atrevieron a afirmar que lo que proponían era una banca de carácter social, que mantendría la esencia de las Cajas, su compromiso con el cliente, evitando la exclusión financiera, garantizando la vinculación con el territorio y con la obra social.

Las zozobras de los dubitativos se acentuaron con aquello de que «quien rechace el proyecto de integración por identificar la bancarización con privatización simplemente está condenando a Kutxa a un callejón sin salida». La rotundidad con que aseveraban los presidentes de BBK, Kutxa y Vital que, en la medida en que Kutxabank sea de las tres cajas vascas, no dejaría de ser un mero instrumento para adaptarse regulatoriamente al entorno y un medio para acoplarse al mercado, parece que también hizo mella.

No me voy a extender más en las loas que recibió este «genial» proyecto ni en las tretas empleadas para engañar y seducir cual orquídea carnívora, pero no me resisto a recordar a quien llegó a presentarnos el universo de Kutxabank en colorines. El sr. Iturbe, presidente de Kutxa, dijo: «Las Cajas de Ahorros tenemos dos componentes: el financiero y el social. En Kutxa asociamos el financiero al color azul y el social al color verde. Reiteramos que sin una potente vertiente azul no hay capacidad para nuestra vocación verde; del negocio financiero se generan los recursos que dan vida y futuro a la Obra Social. Si el lado azul mengua, el verde también; y si crece, el verde lo hace igual».

A estas alturas de mi recopilación de los hechos, alguno se preguntará el porqué de tanto recordatorio. Lo ocurrido en la escenificación del arranque de Kutxabank y en la conformación de su consejo de administración, marginando a dos fuerzas políticas que dieron su apoyo a este proyecto, es solamente el preludio de lo que se avecina y me temo que no va a estar de más refrescar la memoria.

En alguno de mis artículos publicados en este mismo diario, traté de explicar lo que había ocurrido en Italia. Se anticipaba que el gobierno central había optado por esta vía y que las cajas vascas, si no se defendían desde todas nuestras instituciones y con un fuerte impulso político, estaban abocadas a su desaparición. Convertir las cajas en un banco, aunque nos lo presentasen como vasco y público, fue un error garrafal, con blindaje incluido, y en un espacio de tiempo no demasiado largo, desgraciadamente, se cumplirán los malos augurios.

Y llegados a este punto quiero aclarar, porque se persiste en inexactitudes, que las cajas vascas nunca fueron públicas. Los ayuntamientos y las diputaciones tienen el 50% de la representación en las asambleas. Además, si se llegara a aprobar la reforma pendiente de la Ley de Cajas en el Parlamento de Gasteiz, esta participación se vería mermada sustancialmente. ¿Cómo se puede seguir llamando a Kutxabank banco público? Una cosa es mirar con buenos ojos algo en lo que se ha puesto la firma y otra, bien distinta, es exagerar las virtudes de los acuerdos para chanza y chirigota de quienes saben y sabían que el Banco de España quiere que las cajas no controlen sus bancos filiales.

Más explícitamente: el gobierno entrante, el Banco de España y la máxima autoridad monetaria europea desean que las cajas de ahorros cedan todo su negocio a los bancos de nueva creación y, por tanto, no puedan optar, como permite actualmente la ley, a seguir como entidades de crédito propietarias de un banco. Las facilidades que se apuntan estos días para que los bancos nacidos de las cajas de ahorros puedan ampliar capital y, en consecuencia, diluir la participación de estas, son otra estratagema para relegarlas.

La enésima reforma publicada y recogida en el BOE evita que tengan que convertirse en fundaciones las cajas que posean menos del 50% del capital del banco con el que ejercen su actividad financiera, pero acelera, al verse obligadas a recapitalizarse saliendo al mercado (Banca Cívica, Bankia...), la pérdida de control o, si se entiende mejor, su total privatización.

Visto lo visto, cabría preguntarse si se va a realizar algún esfuerzo desde el Gobierno Vasco y las instituciones fundadoras de las cajas para defender el papel de estas entidades de ahorro ante la acometida final de sus liquidadores, o si estaremos, de nuevo, abocados al espectáculo floral de las orquídeas comportándonos como bobalicones conformistas.

De cualquier manera, el actual consejo de administración de Kutxabank no se ha configurado ni de lejos para ser un banco social manteniendo la esencia de las cajas, como rezaban aquellos anuncios pagados en las páginas estratégicas de los diarios. Tampoco la dirección de Kutxabank va a regalar ningún referéndum para que los trabajadores de esta entidad en Euskal Herria decidan qué marco de negociación quieren. El pacto PNV-PP, si miramos el precedente del BBVA, nos va a llevar por el mismo camino, salvando las distancias. Digo esto porque Kutxabank, al menos por ahora, no deja de ser un minibanco. Buscando lo positivo, y como nunca he dudado de la buena fe de los que quisieron blindar el Banco para que no se privatizase, sería imprescindible buscar confluencias entre los que firmaron y los que se quedaron fuera, máxime cuando alguno de los agentes de estos últimos pinta bastante en el campo sindical.

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