HISTÓRICA MANIFESTACIÓN EN BILBO
Los presos provocan un expresión de cariño que desborda el «relato» oficial
Iñaki IRIONDO | BILBO
La inundación humana que ocupó ayer el centro de Bilbo, desbordando el recorrido previsto para la manifestación, va más allá de la reivindicación política y se adentra en el terreno de los sentimientos. Las presas y los presos políticos vascos concitan en amplios sectores de la sociedad una sensación de cariño y reconocimiento que ayer podía verse en las caras de gentes de todas las edades y en sus gestos cuando pasaban los familiares por delante de la pancarta. La foto de satélite de la marcha (no hay otra forma de dar una imagen justa de lo acontecido) no solo es un aldabonazo ante los gobiernos español y francés para que comiencen a aceptar las reivindicaciones en torno a los derechos de presos y presas; es también una muestra de que este pueblo no necesita ejercicios de relectura del pasado, puesto que tiene muy fresca la memoria de lo acontecido y de los actos de cada cual.
Es cierto que todos y cada uno de cuantos ayer participaron en la manifestación no comparte lo hecho por todos y cada uno de las presas y presos políticos vascos, pero también lo es que la mayoría los siente como una parte de sí mismos, de un pueblo que ha dotado a su lucha de un significado claro. Habría ayer en Bilbo quién solo pidiera el cumplimiento de la legalidad penitenciaria, y su presencia en la calle fue tan estimada como cualquier otra, pero había también muchos que se sentían unidos por un cordón umbilical al colectivo de encarcelados.
Sería bueno saber qué lectura real hacen en La Moncloa, en Ajuria Enea y en Sabin Etxea de que la mayor movilización ciudadana de las últimas décadas se haya producido precisamente en apoyo de las reivindicaciones de aquellos a quienes llaman «terroristas», lo sean por haber colocado una bomba o por haber dirigido un periódico como «Egin», por haber empuñado una pistola o por haber iniciado el debate que dio lugar al fin de la actividad armada. ¿Qué análisis de inteligencia remiten a sus superiores el CNI, la Guardia Civil o la Ertzaintza sobre una manifestación en la que en realidad nunca hubo ni un principio ni un final? ¿Qué les dicen cuando los seres sobre los que medios y políticos españoles tratan de focalizar el desprecio social son capaces de concitar semejante apoyo?
Media hora antes
Treinta minutos antes de la hora en la que teóricamente debía comenzar la manifestación, la calle Autonomía se había llenado ya de gente. Pero desde el mediodía ya se notaba, incluso en el centro de la ciudad, que iba a ser un día especial. La búsqueda de una mesa se convirtió en empresa difícil hasta en restaurantes acostumbrados a servir a altos cargos del Gobierno autonómico, que ayer tuvieron comensales que vestían con forro polar y calzado de monte.
La masa que se iba acumulando puso en guardia a los organizadores del acto, que ya con esa antelación dispusieron que los familiares de las presas y presos que iban a encabezar la marcha fueran adelantando posiciones y colocándose en la calzada, para cuando llegara el momento de tener que empezar a abrirse paso entre la multitud.
A las 17.30, el mero hecho de dar comienzo a la manifestación parecía imposible. Y, sin embargo, decenas de miles de personas son capaces de comportarse de forma disciplinada ante los llamamientos de los voluntarios de la organización que pedían que se apartaran como pudieran hacia las aceras, para que la marcha arrancara.
Y de forma disciplinada actuaron también esas miles y miles de personas cuando una decena de furgonetas de la E- rtzaintza primero, y una dotación a pie después, hicieron un innecesario ejercicio de presencia paseándose por el centro de los manifestantes.
Los mensajes de Ares, y otros
Hubo un momento en el que pareció que en el Departamento de Interior había quien quería demostrar que hablaba en serio cuando advirtieron que estaban dispuestos a disolver la manifestación si lo consideraban oportuno. Hubiera sido probablemente una tragedia. Pero nadie les dio excusas, pese a las infantiles provocaciones que se produjeron desde dentro de algunas furgonetas policiales.
No parece que todos los agentes tengan claro que una de sus misiones es la de garantizar el ejercicio de todos sus derechos a todos los ciudadanos, y las muestras de desprecio de algunos ertzainas fueron indisimuladas. También ha resultado evidente que a la Consejería de Rodolfo Ares no le gustaba la marcha, pero se tuvo que limitar a las amenazas previas y a sacar ruido con el helicóptero por encima de las cabezas de los manifestantes.
Y eso que el consejero hasta pareció dar muestras de preocupación por el bien de preso y familiares al pedir que se hicieran revindicaciones no colectivas, «viables» y «realistas» para no generar «frustración» en «ese mundo». Lo que sucede es que «ese mundo» lleva años comprobando que a los presos políticos vascos y a sus allegados se les aplica una estrategia colectiva de ensañamiento, por lo que su demanda es que también se acabe con ese dolor añadido de forma colectiva. Si quemar un contenedor no tiene el mismo castigo en Santurtzi que en Cuenca, ¿por qué pretenden convencer de que el tratamiento que recibe cada preso depende de sí mismo y no de una estrategia represiva predeterminada?
También cabe pensar que la histórica respuesta popular a la manifestación convocada ayer habrá generado desazón y hasta cierto escozor en el grupo mediático, cercano a Sabin Etxea, que durante toda esta semana ha estado tratando de poner piedras en el camino, con la divulgación de supuestos papeles internos que no acertaban a concretar si eran de ETA, del EPPK o de quién.
Pese a esos intentos de malmeter, que además escaso favor hacen a aquellos presos a los que hace como que defiende, pasadas las ocho de la tarde, cuando hacía ya casi una hora que había terminado el acto político con el que concluyó la marcha, la pancarta de «amnistía» que ejercía como coche escoba del pelotón cruzaba todavía por la Plaza Circular camino del Ayuntamiento.
Para entonces, miles de manifestantes habían desistido ya de acabar el recorrido y se habían dispersado por las calles adyacentes, para iniciar el difícil periplo de la vuelta a casa o para disfrutar de las posibilidades txikiteras que ofrece la capital vizcaina.
En sus conversaciones seguirán todavía hoy los recuerdos de la mayor manifestación que se ha conocido este país en este último periodo de una historia llena de movilizaciones.
«Un pueblo en marcha»
«Esta es la imagen de un pueblo en marcha al que ya no se le va a poder poner freno». De esta forma se expresaba un veterano dirigente de la izquierda abertzale, que completaba el recorrido de la manifestación acompañado de una ex consejera de Eusko Alkartasuna. «Es un paso importante para seguir dando más pasos», apostillaba ella. Su propia presencia juntos en la manifestación era expresión de las nuevas sinergias a las que han dado lugar los nuevos tiempos abiertos en Euskal Herria.
En los autobuses que llegaron a Bilbo desde los distintos pueblos de Euskal Herria se dio ayer una mescolanza de procedencia política de los manifestantes que no se había conocido con anterioridad. La persona que, superada la cuarentena, preguntaba ayer en la calle Autonomía dónde estaba La Casilla es que no ha estado en una manifestación en Bilbo en su vida.
¿Tienen Yolanda Barcina y Patxi López alguna explicación para este movimiento que claramente les desborda? ¿La tienen Antonio Basagoiti e Iñigo Urkullu? Pues es sencilla. Esta es una parte de la verdadera Euskal Herria que nunca han querido ver desde sus despachos. Es más, algunos han hecho todo lo posible por tratar de borrarla del mapa. Ahora quisieran también hacerla desaparecer del «relato» que pretenden que se escriba a su dictado. Pero la memoria de miles y miles de vascas y vascos sigue siendo muy buena. Y en sus recuerdos, en sus mejores recuerdos, las presas y los presos políticos ocupan un lugar destacado. En sus recuerdos, en sus mejores recuerdos, y en sus proyectos de futuro.
Seria bueno saber qué lectura real hacen en La Moncloa, en Ajuria Enea y en Sabin Etxea de que la mayor movilización ciudadana de las últimas décadas se haya producido precisamente en apoyo de aquellos a quienes llaman «terroristas».
Una movilización como la de ayer sólo es entendible trascendiendo la reivindicación política y entrando de lleno en el terreno de los sentimientos, en el que las presas y los presos políticos ocupan un lugar privilegiado.