
Una sociedad comprometida desborda Bilbo y desborda las estrategias de bloqueo
Las gentes de Euskal Herria han protagonizado importantes movilizaciones de protesta a lo largo de la historia. A partir de finales del siglo XIX, esas movilizaciones, en forma de revuelta o de otro tipo de manifestaciones, conocieron un auge a ra�z del surgimiento de un importante movimiento obrero en torno a la miner�a y la siderurgia y, por otro lado, de lo que se entiende ahora como nacionalismo vasco a partir de la teorizaci�n de los hermanos Arana. Pero ser�a a mediados del siguiente siglo, en pleno franquismo, cuando el nivel de movilizaci�n en Euskal Herria experimentar�a su mayor auge, cuando en Hego Euskal Herria, junto con la lucha antifranquista, confluyeron otras dos hasta entonces supuestamente incompatibles, la sociolaboral y la nacional, de la mano del abertzalismo de izquierdas, hasta entonces muy minoritario.
A partir de entonces, la sociedad vasca ha protagonizado muchas y memorables movilizaciones de todo tipo, unas prohibidas y reprimidas con dureza, otras autorizadas pero silenciadas o minimizadas por la mayor�a de los medios de comunicaci�n. Los habitantes de este pa�s, tambi�n las generaciones m�s j�venes, han sido testigos y protagonistas de ese din�mico inconformismo, que siempre ha tenido en un lugar preferente las reivindicaciones en favor de los presos pol�ticos.
Ayer Bilbo acogi� la �ltima de esas movilizaciones. No fue una m�s, sino que pasar� a la historia del pa�s. Efectivamente, 120.000 personas hicieron posible una movilizaci�n de proporciones colosales. Los intentos previos de intimidaci�n y de manipulaci�n por parte de instancias judiciales y pol�ticas o las provocaciones de la Ertzaintza al comienzo de la marcha quedan en meras an�cdotas que, en cualquier caso, retratan a sus autores. Pero tambi�n ser� recordada porque permiti� visualizar el compromiso de una sociedad en un momento en el que se ve una clara posibilidad, y la determinaci�n de la mayor�a de agentes vascos, de cerrar un demasiado largo y doloroso conflicto. La sociedad vasca lo ha percibido y valorado, ha asumido el papel protagonista que le corresponde y exige pasos a quien se resiste a moverse. Adem�s, ha dejado m�s claro si cabe que la situaci�n de los presos y exiliados vascos se encuentra entre sus principales preocupaciones.
En los dos �ltimos a�os se viene destacando la activaci�n social como el factor clave del proceso democr�tico. Y la sociedad vasca ha respondido positivamente con un nivel de movilizaci�n que ha ido in crescendo y que ayer en Bilbo simplemente se desbord�. Los responsables del Estado espa�ol sab�an que la manifestaci�n de ayer tendr�a un �xito sin precedentes por las adhesiones recibidas y por la palpable predisposici�n de los ciudadanos. Pero probablemente desbord� todas sus expectativas. Esa responsabilidad demostrada por los ciudadanos vascos contrasta con la irresponsabilidad de los poderes del Estado, cada d�a que pasa m�s en evidencia no s�lo ante los ojos de los vascos, sino tambi�n de la comunidad internacional.
Ciertamente, el Estado espa�ol, independientemente del partido que conforme su gobierno, ha mantenido y mantiene una actitud irresponsable con el �nico objetivo de retrasar la inevitable confrontaci�n democr�tica que ha de comenzar tras la resoluci�n definitiva del conflicto, en una situaci�n de normalidad y paz, basada en el respeto de todos los derechos de todos, en la que ning�n sufrimiento pueda ser instrumento al servicio de intereses pol�ticos. E irresponsable tambi�n porque, cuando por un lado se han dado pasos de calado hacia la necesaria humanizaci�n del conflicto, hacia el final de todo sufrimiento y el reconocimiento de todas las v�ctimas, el Estado se aferra a la utilizaci�n de los presos y presas pol�ticos como verdaderos rehenes, a modo de baza a emplear frente a las demandas democr�ticas mayoritarias en Euskal Herria. Y parad�jicamente, mientras pretende negar el car�cter pol�tico de esos presos y exiliados, insiste en confirmar esa naturaleza pol�tica con su tratamiento penitenciario de excepci�n.
Las burdas excusas del inmovilismo
Los presos y presas pol�ticos vascos, como agentes de primer orden, no se han quedado al margen del proceso de resoluci�n; al contrario, se han sumado a los movimientos en pos de un escenario exclusiva y plenamente democr�tico, primero suscribiendo el Acuerdo de Gernika y posteriormente con la iniciativa que facilita los movimientos en aras a terminar con la pol�tica penitenciaria de excepci�n por parte del Gobierno de Madrid, decisiones tomadas, por cierto, en p�simas condiciones debido a los lastres e impedimientos de la dispersi�n.
Para intentar justificar su inmovilismo, el PP, y tambi�n el PSOE, se est�n escudando en el argumento de que no pueden aceptar salidas colectivas. Esa es pr�cticamente la �nica v�a de escape que han encontrado para no afrontar el fondo del asunto de los presos y presas vascos. Una excusa que, sin embargo, contrasta con el hecho de que son precisamente esos dos partidos los que siempre han aplicado un tratamiento colectivo a este sector: la dispersi�n, el aislamiento, la llamada �doctrina Parot�...