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Anjel Ordóñez Periodista

El horario y el salario de Iñaki Azkuna

Se mire por donde se mire, el pequeño comercio es uno de los grandes perjudicados por esta ya cansina crisis que padecemos. Lógicamente, quien no tiene nada -o casi nada- no gasta, simplemente porque no puede. Quien tiene algo, prefiere ahorrar para no pasar a la categoría anterior. Y quien tiene mucho, demasiado, no acostumbra a fijarse demasiado en tenderos y detallistas. En definitiva, que el comprador que frecuentaba las tiendas de toda la vida es algo así como una especie en peligro de extinción que hay que proteger con celo extremo y mimar con cariño de madre, para que poco a poco se vaya recuperando, fortaleciendo y regenerando. Para que vuelva a ser lo que fue no hace tantos años. Y esto es algo, lo digo con sinceridad, que interesa no solo a quienes se ganan el pan con ello, sino a la sociedad en general, atenazada por el marketing del consumo impersonal que reina sin compasión desde las cabeceras de góndola de las grandes superficies, con el tres por dos, segundo a mitad de precio y otras añagazas propias de quien juega con la decisiva ventaja de los desmesurados márgenes de beneficio.

El objetivo es claro. Otra cosa son los medios. Y abrir en festivo es un ejemplo de lo que no se debe hacer, como tampoco conviene vender el coche para comprar gasolina. Para los pequeños comercios, rebasar esa línea significa caer en la trampa de los voraces colosos de las ofertas, ansiosos por instaurar cuanto antes la cultura de las 24 horas y los 365 días. Para el pequeño, la inteligencia es un valor irrenunciable, precisamente porque la fuerza bruta acostumbra a estar asociada al tamaño. Y si dudo de que abrir los festivos signifique siquiera el pan para hoy, estoy completamente seguro de que sentencia el hambre y la miseria para mañana.

Entiendo que haya quienes no compartan este análisis. Es de ley. Pero soportar a Azkuna y su ultramontana defensa del neoliberalismo en cada esquina de las Siete Calles... es muy difícil de digerir. «Azkuna, queremos tu horario y tu salario», decían quienes se manifestaban contra la apertura en festivos en Bilbo. Yo, en particular, con una de las dos me conformo.

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