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Fermin Munarriz Periodista

Ayuda al desarrollo

Ser euskaldunberri en Nafarroa es una proeza. No tiene que ver con la dificultad del idioma ni con las aptitudes para aprenderlo. Es una cuestión de edad: es difícil ser niño euskaldun. Una potente maquinaria político, institucional y mediática se encarga de ello. Por miedo.

¿Cómo entender, si no, la reacción furibunda de los gobernantes de UPN-PSN ante la solidaria ayuda guipuzcoana a la ikastola Ibaialde? El centro de Lodosa-Sartaguda, único donde se puede escolarizar en euskara a los niños de la comarca en 40 kms a la redonda, vive una situación angustiosa por falta de recursos económicos: profesores que no cobran, 74 alumnos en la cuerda floja...

Los 24.000 euros que ha donado la Diputación de Gipuzkoa son un gesto que habla bien de una institución que demuestra saber qué es el valor de la solidaridad, la cultura y la educación. Porque el euskara también es conocimiento y civilización. Gipuzkoa no ha hecho otra cosa que ayudar a una escuela necesitada, algo que, por otra parte, hacen también otras instituciones. La diferencia es que esta escuelita no está a miles de kilómetros al sur; está atravesando una colina. Y su situación de desamparo no es fruto de la pobreza ni de la explotación de su continente; es solo del desprecio y el encono de unos gobernantes que oyen la palabra cultura y llaman al requeté.

Repaso las ayudas al desarrollo y compruebo -con satisfacción- que los esfuerzos fiscales de los navarros llegan incluso a la remota escuela del Menocucho peruano (85.000 euros) o de la camerunesa Edea (58.000). Nafarroa siempre ha exportado misioneros, monjas y escuelas. ¿Es una injerencia en otros lugares del mundo, como ahora brama el pío consejero de Educación?

Y veo también -con desazón- cómo crecen más ayudadas y lustrosas que nuestros niños euskaldunes algunas razas autóctonas en peligro de extinción, como la jaca navarra, la burguete y hasta la sasi ardi. El problema es que no van a quedar escolares vascoparlantes para verlas parir; los quieren extinguir antes.

Sugiero inscribir a nuestros niños en los registros de países en vías de desarrollo o de especies en peligro de extinción. Es probable que nos atiendan antes. Mientras podemos ir a ilustrarnos al circuito de Los Arcos. Tiene 4 kilómetros de asfalto y ha costado 40 millones. Es otra forma de ver la cultura. Y la educación.

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