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La sociedad exige respeto y trabajo

Cuando apenas acabamos de entrar en febrero, los peores augurios se están cumpliendo y 2012 aspira a ser uno de los ejercicios más duros desde que la crisis financiera cruzó el Atlántico y se convirtió en una crisis sistémica que amenaza con arrasar todo lo que encuentre a su paso. Una tasa de paro que avanza desbocada; la caída de la recaudación, que afecta de forma inclemente a todas las instituciones; y la perspectiva de una nueva recesión, que llegará acompañada de más recortes, caracterizan un tiempo en el que la incertidumbre ha dado paso a la peor de las certezas.

La situación es, efectivamente, de extrema gravedad y como tal merece ser tratada desde las administraciones. Estas, en primer término, tienen la obligación de exponer el estado de las cosas en toda su crudeza, sin alarmismo pero sin ocultar una realidad que, a la vista está, les está desbordando. En segundo lugar, deben hacer un ejercicio de responsabilidad y afrontar las medidas que se requieren con seriedad y con vocación, siempre, de servir a una sociedad que está siendo la primera damnificada de la crisis. Y que, probablemente, asiste atónita a espectáculos como el que ayer protagonizaron el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, y responsables del Ejecutivo de Lakua, secundados por sus socios del PP. El cruce de declaraciones que mantuvieron da la medida de unos políticos que no sienten como propia la angustia que atenaza a miles de familias de este país y que, desde el inicio de la crisis, han antepuesto los intereses de partido sobre el bien común.

Así, resulta incomprensible que el líder jeltzale afirme que ha recibido una llamada «desesperada» de un alto cargo de Lakua y luego no explique quién es ese cargo, permitiendo la réplica del Ejecutivo y sumiendo en la confusión al conjunto de la ciudadanía. Y el Gabinete de Patxi López no puede sostener que su solvencia está fuera de toda duda, cuando sabe que esa solvencia ha sido cuestionada desde el inicio de su andadura. La sociedad vasca exige ser tratada con respeto y, a la clase política, que haga lo que no ha hecho hasta ahora: trabajar seriamente y con responsabilidad.

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