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Koldo CAMPOS Escritor

Un gesto de lucidez

 

Tal vez el interés se los llevó temprano y aprendieron en el patio de la escuela a envejecer sin culpa y a envilecerse sin cargos, como pudo ser el signo de unos genes que no se limitaron a parirlos, o la inclemente madurez que miró para otro lado, pero así fuese el lucro que respaldó el criterio o el juicio la excusa del negocio, no entiendo que tantos ilustres canallas, cuando ya los años no les auguran más camino ni hay fortuna que prolongue el viaje, cada vez más cerca de su última palabra, no coronen sus mendaces biografías con un apunte de vergüenza, de virtud o de gloria, con un gesto de lucidez.

Cuando ya no hay mañana, ¿para qué seguir aliñando la pose y la fachada? ¿Por qué seguir jugando al escondite? Bastaría apelar a la conciencia o a su memoria y, cuando nadie lo espere, de repente, desnudarse, empelotarse delante del general asombro. Y que cuando el verbo se haga carne y habite en su palabra, esa verdad amarga que se negaran a ver y a conjugar, puedan deletrearla en medio del silencio.

Después de haberse asoleado, en su mundano hartazgo, en todos los infiernos, ¿por qué no una brizna de gloria? Después de haber pecado impunemente en todas las escalas, ¿por qué no la flor de una virtud? Después de una vida consagrada al lucro, ¿por qué no un soplo de vergüenza?

Y si no es por la gloria, la virtud o la vergüenza... yo qué sé, que sea por variar, por esnobismo, por error, por ósmosis, por imperativo fecal, por dejadez, por joder a la familia, por si hay Dios y hay otra vida, por haber disfrutado un gesto, siquiera un solo gesto de lucidez.