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Alvaro Reizabal | Abogado

¡Despida, por favor!

 

Ya sé que hay cosas que ya solo recordamos los lectores de las historietas de la Familia Cebolleta con su abuelo al frente contando viejas batallitas, o los admiradores de Carpanta, que pasaba mas hambre que Carpanta, que ya es decir. Pero tras estudiar la Reforma Laboral me ha venido a la cabeza un slogan que tuvo un notable éxito publicitario cuando la cosa de la propaganda estaba en mantillas y era algo infantil comparado con los enrevesados entresijos del marketing actual. Me refiero a la campaña del «¡Sonría, por favor!», que en mi adolescencia, allá por los lejanos 60, llevó a cabo el Centro de Atracción y Turismo donostiarra. Se editaron, en principio, 20.000 ejemplares de unos cartelitos en siete idiomas, con el clásico fondo azul y blanco ñoñostiarra, que contenían el texto de marras.

La idea cuajó, pues en el fondo todo el mundo pensaba que era una discreta forma de decirle al vecino que ya le valía de andar siempre con esa cara de vinagre, y con el tiempo, se editó en muchos más idiomas y hasta sacaron unas pegatinas autoadhesivas que se ponían en el cristal trasero del coche y contrastaban con el careto de energú- meno que al lanzarse a la carretera ponía el conductor, en aquellos tiempos, casi siempre hombre.

Y es que si uno se toma el penoso trabajo de leer la farragosa redacción del texto del Real Decreto ley, llega a la conclusión de que lo que, en principio, se dijo que era una herramienta legislativa para crear empleo, es, exactamente lo contrario. Es decir, una amable invitación al empresariado rampante para que despida más fácil y más barato. El tiempo va demostrando que el silogismo de que cuanto más barato es el despido la patronal contrata a más gente y se crea empleo, es rotundamente falso. El freno para el despido, que es libre hace mucho tiempo, era el precio a pagar como indemnización, y cuando esta baja los despidos aumentan. Pura lógica. Y el empresario no contrata si no le hace falta gente, aunque la indemnización por despido caiga por los suelos. Y como la demanda está bajo mínimos, porque la situación lejos de mejorar empeora, pues no contratan.

Mientras tanto, todas las reformas laborales, las del anterior gobierno y las del actual, van en la misma dirección de dar carta blanca a la patronal para que haga y deshaga a su antojo, bajo el eufemístico nombre de flexibilización del mercado de trabajo. ¿Quiere el Señor pagar menos salarios? Pues, muy fácil, descuélguese del convenio. ¿Quiere hacer un ERE reduciendo la jornada? Ánimo, hombre, que ya no hace falta ni que se lo aprueben. Pero si lo que realmente le pide el cuerpo es echar gente a la puta calle, le aplico mi plan de medidas para favorecer la eficiencia del mercado de trabajo y se lo pongo baratito. Y si, además, su empresa tiene menos de 25 trabajadores el Estado del Bienestar Patronal le hace una oferta irrechazable y le paga a fondo perdido el 40% de la indemnización.

Mónteselo como quiera, pero ¡Despida, por favor!

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