Disney quiere compensar el escepticismo que rodea al estreno de «John Carter» y el poco entusiasmo reflejado en las primeras críticas con una gigantesca campaña promocional, tan agresiva como para arrastrar al público en masa a ver el que esperan sea el primer éxito taquillero del año.

No les queda otra, ya que los analistas de mercado calculan que la película debe ingresar en la taquilla mundial 700 millones de dólares aproximadamente, si se quieren rentabilizar los 250 millones invertidos; lo suficiente como para dar lugar a una franquicia con nuevas entregas.

La estrategia comercial de la compañía de Burbank, fiel a sus principios, ha sido la de enfocar el producto hacia el público familiar, que sigue siendo el suyo cuando también produce cine de acción real. De ahí que hayan obligado a Andrew Stanton, uno de sus animadores más cotizados, a pasarse a la dirección de intérpretes de carne y hueso. Dicho proceso de infantilización implica una traición a la obra original de Edgar Rice Burroughs, pionera de la literatura pulp, que maneja elementos eróticos y violentos, convenientemente eliminados para la adaptación autorizada a todos los públicos.

Los menores son, por tanto, los que van a disfrutar con este cuento marciano de guerreros y princesas, que se presta a un tipo de aventura mitológica en el sentido más clásico.

El héroe es un humano convertido en un dios, desde el momento en que una fuerza extraña lo traslada desde la Tierra a Barsoom, que es como denominan en esta ficción los marcianos a su planeta. El soldado de la Guerra de Secesión pasa así de luchar entre el Norte y Sur de los Estados Unidos a verse involucrado en otros enfrentamientos a más bandas, entre razas alienígenas.

La falta de gravedad le confiere poderes extraordinarios, por lo que puede desplazarse a base de grandes saltos a lo largo de distancias asombrosas. Un pretexto inmejorable para que los costosos efectos especiales cumplan su función, al igual que los insertos de paisajes digitales y las extrañas criaturas monstruosas imaginadas por el mismo creador de Tarzán hace cien años ya.