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Cambios y actitudes irresponsables

Ayer en Tokio, una gran marcha ped�a el apag�n nuclear. El Gobierno japon�s, bajo una fuerte presi�n ciudadana, tiene previsto apagar pr�ximamente los dos �nicos reactores nucleares en marcha de los 54 con que contaba. El accidente nuclear de Fukushima reabri� el debate en torno a la energ�a at�mica y un a�o despu�s sigue vigente; entre tanto, varios pa�ses, como Alemania o Italia, tambi�n se han replanteado su apuesta pronuclear.

Fueron significativas las declaraciones de la canciller alemana, Angela Merkel, en las que se mostraba satisfecha de su decisi�n de abandonar la energ�a nuclear, por su afirmaci�n de que �en un pa�s altamente industrializado se dieron riesgos que no consider�bamos posibles�. No obstante, antes de Fukushima, antes de Chern�bil y antes de Harrisburg muchos hab�an advertido insistentemente de esos y otros riesgos derivados de la energ�a nuclear. Concretamente en Euskal Herria, donde la lucha antinuclear tiene gran tradici�n y, desgraciadamente, tambi�n actualidad, exist�a y sigue existiendo una gran conciencia al respecto. En cualquier caso, bienvenidas sean las posturas de los gobiernos alem�n, japon�s y de otros muchos que tienen previsto descartar la energ�a nuclear, aunque sea a la luz de la triste y terrible experiencia, pero tambi�n de rigurosos informes t�cnicos.

Sin embargo, no todos han adoptado la misma posici�n. No lo han hecho Estados Unidos, donde se autorizar� la construcci�n de nuevos reactores, ni los estados franc�s y espa�ol. Este �ltimo no solo no se ha replanteado la utilizaci�n de esa fuente de energ�a, sino que ha llegado a donde nadie lo ha hecho. Despu�s de la burla del Gobierno del PSOE, que tras prometer el cierre de la central de Garo�a una vez cumplido el periodo para el que fue dise�ada prorrog� la actividad de la misma, el del PP ha dado luz verde para prorrogarla por cinco a�os m�s. Una penosa muestra de irresponsabilidad de unos gobernantes que ni en lo referente a los temas m�s sensibles disimulan su servidumbre para con los grandes intereses privados, pasando por encima de la voluntad y la seguridad de los ciudadanos a los que dicen representar.

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