Se suele admitir que determinadas películas por su violencia hieran la sensibilidad del espectador, pero cuesta más entender que un inofensivo melodrama lacrimógeno llegue a provocar reacciones tan airadas en su contra. «Tan fuerte, tan cerca» ha desatado una serie de ataques ofensivos, los cuales van especialmente dirigidos hacia el actor infantil Thomas Horn, cuyo personaje logra sacar de quicio a los espectadores menos pacientes. Lo más bonito que le dicen es repelente y cosas por el estilo. No era esa la respuesta que el director Stephen Daldry buscaba en el público, cuando creyó encontrar al menor que andaba buscando para la adaptación de la novela de Jonathan Safran Foer, al verlo en un concurso televisivo llamado Jeopardy. Se la jugó con el descubrimiento, a pesar de que el chico carecía de experiencia interpretativa. Necesitaba a alguien especial, puesto que debía encarnar a un autista con síndrome de Asperger. A pesar de sus problemas de aislamiento e incomunicación, Oskar deberá entendérselas con el anciano mudo personificado por Max Von Sydow, quien utiliza una libreta y un bolígrafo para expresarse.

Semejante cuadro de minusvalías habría resultado perfecto para los Óscar en cualquier otra edición, pero en esta coincidían demasiadas buenas películas como para andarse con los sentimentalismos de costumbre. Sin embargo, cuando «Tan fuerte, tan cerca» estaba en fase de producción era una clara favorita para llevarse las estatuillas doradas. El inglés Daldry es un especialista en este tipo de cine, y se suponía que el tema de fondo de las consecuencias e impacto emocional de los atentados del 11-S pesaría sobre la audiencia estadounidense, aunque luego no ha sido así. Tom Hanks, que hace de padre, ya no es lo que era. Su presencia no ayuda al hecho de que el firmante del guión adaptado sea Eric Roth, ganador de un Óscar por «Forrest Gump».