La obsesión de las dietas, del ejercicio para tener el peso ideal, el cuerpo que cumpla con los cánones de belleza más comercializados y difundidos.

Cuatro mujeres que siguen todas las recomendaciones científicas o populares, utilizan todos los métodos, se enchufan a artilugios de teletienda, van al gimnasio hasta quedar extasiadas, con el objetivo de lograr esa figura que se considera perfecta.

Todo el esfuerzo, toda la pelea con la báscula, se esfuma ante la tentación y el pecado de comer chocolate perder por el pecado del chocolate. De todos los chocolates, de todos los colores y que se acompañen de otros dulces o vayan en solitario. En esa dedicación a mantenerse esbelta, no existe tiempo para disfrutar de placeres alimentarios: sacrifico para lograr la perfección.

La propuesta estética se coloca centralmente en una suerte de parodia, y en ese terreno, por buen lógica, se cae en los tópicos, se debe bailar como si en un gimnasio se estuviera, clases de aerobic, coreografías de explosión colorista que mantiene un tono jocoso, hasta que quieren aplicarse en cambiar de registro, en darle mayor contenido, una expresión formal, más elaborado y en esa fricción, en ese choque de lenguajes, no acaba de aclararse y no alcanza dramáticamente la suficiente consistencia.

Las cuatro intérpretes, que participan en la creación colectiva, están más brillante en clave paródica, de humor, que cuando se meten en otras profundidades, El espacio escénico, la iluminación y el vestuario están al servicio de la idea general y de la capacidad interpretativa.