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Fede de los Ríos

Mantener la dignidad cerrando los puños

Si queremos conservar la dignidad, ejerzamos de pedagógicos piquetes informativos hasta el 29 y ayudemos a vencer el miedo y la apatía en los dudosos

Vamos a ser capaces de mantener, siquiera, ese rescoldo de dignidad consistente en la conciencia misma del atropello al que nos tienen sometidos? Atropello que va in crescendo y no tiene visos de cambiar motu proprio, pues tras cada renuncia nuestra la voracidad de los patronos se acrecienta de manera exponencial.

¿Acaso no vemos pasearse a la injusticia cada vez más despreocupada? Cada día su rostro asoma en periódicos, radios y televisiones. Empresarios estafadores, políticos prevaricadores, aleladas infantas que dicen desconocer el origen de su lujo y patrimonio. Presidentes ya condenados que pasean su palmito entre mediterráneas palmeras a quienes señorías del todo independientes evitan su encarcelamiento.

Aprisionados en el discurso de «lo posible», una de las mayores mentiras construidas en nuestro tiempo, nos hacen ver lo único que se puede hacer. Pero, como siempre, nosotros a pie y ellos a caballo.

Los recortes los pide Europa. Nadie conoce a la tal señora. España necesita las medidas tomadas, quien se oponga a ellas -rebuzna Esperanza Aguirre- no es patriota. La huelga es un ataque a Navarra, berrea la Confederación de Empresarios Navarros. Si ellos son la patria, nosotros, evidentemente, somos extranjeros. Decía el viejo Marx, aquel que fue pareja de un tal Engels, que la clase dominante tiene el poder y los medios para imponer su cosmovisión al resto de clases sociales, consiguiendo así que su propio interés aparezca como el interés general. «Uno cree que muere por la patria y muere por los industriales», resumía magníficamente Anatole France hace más de cien años.

Citar al autor de «El Capital» puede resultar anacrónico, pero, qué queréis, le tengo cariño. Ya lo dijo hace dos días el octogenario Joseph Aloisius Ratzinger, que se hace llamar Benedicto XVI: «el marxismo está superado». Y no debemos olvidar que el que ocupa la silla de Pedro viste de blanco, con capa y zapaticos coloraos no siendo sanfermines, posee el don de la infalibilidad pontificia. Lo próximo, la superación del darwinismo.

La semana pasada Antonio Álvarez-Solís refería la huelga del 29 como «la hora de la lealtad». Hermoso concepto antónimo de traición. Leal a mí mismo y a los míos, sólo así podré sentirme digno mostrando mi indignación contra la indignidad. Los gobiernos autistas no entienden otro lenguaje que la huelga. La llamada reforma laboral busca configurar una relación laboral donde el trabajador esté a merced de los caprichos del patrón. La precariedad será la tónica dominante y la angustia causada por la inseguridad y el miedo nos acompañará hasta en sueños. Los planes a futuro se acortarán a un presente en precario y nuestro destino será la voluntad de un déspota, con suerte algo ilustrado.

Si queremos conservar la dignidad, ejerzamos de pedagógicos piquetes informativos hasta el 29 y ayudemos a vencer el miedo y la apatía en los dudosos. Expliquemos que hacer de esquirol está muy feo, siempre teniendo en cuenta que se cazan más moscas con miel que con vinagre. Nos jugamos mucho en un solo día.

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