Mikel INSAUSTI

Que nadie piense en clásicos del cine sobre el juego como «El buscavidas» o su secuela «El color del dinero» antes de ir a ver «The Pelayos», porque se van a encontrar con algo muy distinto. Tampoco hay que esperar lo que se entiende por un biopic, ya que la inspiración biográfica no implica ningún tratamiento realista sobre la vida y milagros del clan familiar liderado por Gonzalo García-Pelayo. Ni siquiera observarán una cronología o desarrollo histórico de los acontecimientos, al transcurrir todo de forma resumida en un abrir y cerrar de ojos. Otro tanto sucede con las localizaciones, carentes por completo del aire cosmpolita que se le supone a una aventura por los casinos de medio mundo. La escasez de medios no ha dado para rodar en los verdaderos escenarios, así que toca conformarse con salones recreativos en los que ni exigen traje para entrar.

A cambio «The Pelayos» ofrece una comedia ligera con un humor muy televisivo, hasta el punto de que la relación entre colegas, amigos o familiares es calcada de la que mantenían los personajes masculinos de la serie «Los Serrano». No obstante, son caracterizaciones que resultan simpáticas, ganándose la sonrisa del público. La composición que Lluis Homar hace del patriarca de los García-Pelayo es de lo más entrañable y vitalista, en directa rivalidad con un Eduard Fernández que, como jefe del casino, representa el lado oscuro de la vida. De ese duelo nace el triunfo de las mentes ingeniosas y brillantes sobre las que son mediocres y limitadas. El malo de la función no puede con un grupo hedonista y amante de la libertad, que hace del cálculo matemático aplicado a las apuestas un recurso de pillos ganadores. Por esta vez nada se dice de la ludopatía y de sus peligros en cuanto adicción que es, sin que las tensiones internas de este equipo bien avenido alcancen nunca una intensidad dramática. Apenas algún roce, por lo general provocado por las disputas amorosas entre padre e hijo, las cuales propician la introducción del elemento exótico incorporado por la actriz oriental Huichi Chiu, que aporta desenfado y naturalidad a la película.