Borrón y cuenta nueva. Pero lo peor es que con consecuencias, ya que ninguno de los dos Ander, ni Herrera ni Iturraspe, podrá estar ante el Real Madrid este miércoles. Ambos vieron sendas inexplicables cartulinas amarillas, la décima y la décimoquinta, cuando ya el partido se daba por perdido. Pero borrón y cuenta nueva porque el mal encuentro de ayer de los rojiblancos, sobre todo en una segunda mitad para olvidar, podría haber tenido lugar mucho antes este curso, pero no ha sido hasta el partido 58 de la temporada, nada más y nada menos. Pasó ante el Valencia en San Mamés, pero allí el equipo dio la cara aunque la suerte le fue esquiva; pudo pasar en Granada, pero se rehizo y mereció incluso más que el empate; pasó a medias en Santander, pero se ganó sin apuros. Algún día tenía que ser, jugar mal y perder. Eso sí, nna derrota que certifica la imposibilidad de los puestos Champions -a 7 puntos- y permite centrarse en las finales.

Ayer, Bielsa dejó a seis de los titulares del jueves en el banquillo, entre ellos un Markel Susaeta que todavía no sabía qué era chupar banqueta de inicio esta campaña; un Llorente, que, ojo al dato, sólo ha sido titular en 5 de las últimas 13 jornadas de liga; la solvente pareja de centrales Amorebieta-Javi Martínez; y el pequeño Muniain, además de un sancionado Aurtenetxe. Con un once experimental se presentó Bielsa en una Romareda que se juega el descenso a los infiernos, para terminar poniendo en liza a Susaeta, Llorente y Muniain, que no mejoraron en nada la hiriente candidez en defensa y la exasperante ineficacia en ataque.

Candidez defensiva de escándalo

La presión inicial de los maños duró lo que dos disparos lejanos de los blancos antes de los cinco minutos. A partir de ahí, el Athletic se hizo dueño de la pelota, con Herrera e Iturraspe dominando la zona entre líneas en la medular zaragocista, sacando el balón desde atrás San José en lugar del de Abadiño como es habitual y abriéndose este a la banda para recibir como ya propusiera el jueves ante el Sporting portugués. Veinte minutos en los que Iraizoz fue un mero espectador, donde la actitud contemplativa de los locales extrañaba y en los que Ibai Gómez avisó en un libre directo y a renglón seguido Iñigo Pérez casi sorprende a un buen Roberto en otro lanzamiento de falta.

Pero en el último cuarto de hora el Athletic, que apretaba pero para nada ahogaba, se desnortó y el Zaragoza despertó, previno con un libre directo, volvió a avisar un activo Helder Postiga con un chut raso al palo y al final, Oriol, en una diagonal que puso en evidencia la blandura defensiva de Iñigo Pérez y Ekiza, se metió hasta la cocina y adelantó a los locales con un gran gol. Otra vez a remar. Tuvo el empate De Marcos, cuyo balón a bocajarro lo sacó un defensor bajo palos. Pero ni esa ocasión, la mejor y prácticamente la única de todo el partido, activó a un Athletic de bajón emocional tras el subidón europeo.

Salió tras el descanso Susaeta por un indolente Gabilondo y sin tiempo para comprobar si habría reacción, a los cinco minutos, Iraizoz se iba a solidarizar con la candidez general mostrada sobre todo por San José y Ekiza. Alguien dijo que el mayor enemigo de un portero no es el delantero contrario, ni los extremos, ni los centrales, sino el balón. El lejano lanzamiento de Apoño de libre indirecto llegó envenenado a las manos de Iraizoz y acabó colándose en la red. ¿Cantada? Borrón y cuenta nueva también para el portero navarro, que ha venido cuajando una buena temporada.

Bielsa dio entonces entrada a Llorente por un desaparecido Toquero, quizá para aprovechar algún balón lateral de Ibai. El `9' tocó solo cinco veces el balón en media hora, ¡su cifra más baja en las dos últimas temporadas! El primer disparo a puerta del Athletic no llegó hasta el minuto 69, a cargo de un irregular Herrera, que lo intentó fuera y mal dos minutos después. A esas alturas, el Zaragoza sumaba una docena de disparos a gol, por la mitad el Athletic, y eso con un dominio visitante del balón del 63%. Ayer, la posesión volvía a ser un mito.

Ni Susaeta estaba, ni Llorente llegó a una sola pelota, ni Muniain aportó nada. Al contrario, los quince últimos minutos de partido fueron un paseo playero para los aragoneses jaleados desde las gradas por un ilusionante «¡sí se puede!». Iraizoz tuvo que sacar dos balones a tiros de Postiga y Pinter, y vio cómo Zuculini estrellaba un balón en el larguero después de volver a meterse hasta la cocina.

Borrón y cuenta nueva. Lo peor, lo decíamos, sin Herrera ni Iturraspe, ausencia total de timoneles en la sala de máquinas, para evitar que el Madrid sea campeón en San Mamés. Habrá que achacarlo a la fatiga mental, si no, no tiene explicación.