Han pasado 12 largos años pero parece que fue ayer cuando hizo su entrada triunfal en el Kremlin de la mano de un acabado Boris Yeltsin y a lomos de una guerra que asoló, otra vez, el Cáucaso.

Prometió entonces «acabar con los bandidos aunque se escondan en el váter». Y revistió la destrozada Grozni (uno de los tantos Gernika de esta era) con mármoles de Mármara. Puro revestimiento para ocultar una tragedia que reaparece, periódica, como un mal sueño.

Han pasado 12 largos años y se dispone usted a volver a cruzar los largos pasillos y las cámaras con revestimientos dorados de la vieja residencia de los zares. Otra vez pura fachada.

Porque la guerra del Cáucaso Norte, esa que usted maquiavélicamente animó -según algunos directamente provocó- para auparse al poder, sigue ahí, agazapada pero presente. A menos de dos años de sus gloriosas Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, allá donde las montañas del Caúcaso van a dar al Mar Negro.

Bienvenido a su guerra. Toda suya.