Werner Herzog: «El motor de mi trabajo siempre será la curiosidad»
A sus 70 años el realizador alemán se sumerge en el 3D para ofrecernos un apabullante testimonio sobre los orígenes del alma humana tomando como referencia las inaccesibles pinturas rupestres de Chauvet (Francia), descubiertas hace menos de dos décadas.
Jaime IGLESIAS
En cada rodaje mantengo la ilusión por descubrir escenarios y situaciones nuevas y maravillosas y de transmitir el entusiasmo que esos descubrimientos me generan al espectador. Ser capaz de compartir esa sensación de sorpresa es la esencia del cine». Semejante declaración de intenciones solo puede venir de Werner Herzog (Munich, 1942), el hombre que hizo de su relación con el actor Klaus Kinski una suerte de aventura que les llevó a ambos al límite de sus capacidades; el mismo que evocando la megalomanía del magnate Carlos Fermín Fitzcarrald por construir un coliseo operístico en plena Amazonía se embarcó en un delirio semejante al recrear su historia en «Fitzcarraldo» (1982).
Curado en salud de sus excesos juveniles aunque inasequible al desaliento, el cineasta alemán presentó ayer en Madrid «La cueva de los sueños olvidados», un film consagrado a evocar el misterio y la belleza de las pinturas rupestres de la gruta francesa de Chauvet, el testimonio de arte figurativo más antiguo del que se tienen noticias, ya que están datadas hace 35.000 años. El documental parece ser el nuevo hábitat de las inquietudes expresivas de Herzog tras el éxito de sus últimos trabajos en este ámbito como «Grizzly Man» (2005). Sin embargo, no parece afrontar hacer distingos entre ficción y no ficción: «El motor de mi trabajo es la curiosidad y esta me guía tanto en escenarios reales como ficticios. Me gusta asomarme al abismo de lo desconocido para intentar profundizar en aquello que nos caracteriza en tanto seres humanos, pero también me interesa capturar la poesía que encierran ciertas imágenes».
La parte más laboriosa de este trabajo vino dada por las limitaciones que tuvo el equipo a la hora de rodar. Solo les permitían grabar una hora al día durante meses muy concretos y ciñendo su recorrido al itinerario prefijado por las rampas instaladas por los equipos de investigación que, desde finales de los años 90, estudian la cueva. Pese a estas restricciones, el veterano realizador alemán ha logrado elaborar un maravilloso documento que evoca las tenues fronteras del espacio y el tiempo en el desarrollo de la especie humana: «¿Qué es lo que nos hace humanos? Esa es la gran pregunta, una pregunta que sigue siendo un desafío hoy en día incluso para la comunidad científica», dice Herzog. «Es como preguntarse sobre el comienzo del arte: ¿cuándo surge verdaderamente la pintura figurativa? No se sabe, lo que sí es seguro es que esas representaciones rupestres que podemos admirar en Chauvet nos dan la pauta para asumir en clave contemporánea un concepto difuso como es el del alma humana».
En este sentido tanto Herzog como el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, quien le acompañó en la presentación del film en Madrid, coincidieron en señalar la importancia del concepto de espiritualidad como aquél que dota de singularidad a nuestra especie, incluso de un modo más preciso que el de racionalidad. Para el director de las excavaciones de Atapuerca: «Lo que nos hace humanos es nuestra capacidad para imaginar y proyectar, a través de pinturas como las de Chauvet, una realidad que solo existe dentro de cada uno de nosotros, se trata casi de una patología cerebral esa capacidad que tiene el ser humano para la creación de universos paralelos». Afirmación que Werner Herzog se tomó con humor: «¿Entonces yo como cineasta soy producto de una patología? Porque mi trabajo no está tan alejado del de aquellos que hicieron esas pinturas rupestres».
Lo único cierto para el cineasta alemán es que esas pinturas primigenias «son el inicio de una memoria cultural que llega hasta hoy. Viendo una de las pinturas que salen en la película, la del bisonte ciñéndose sobre la vulva femenina no pude dejar de pensar en la serie de dibujos que sobre el mito del Minotauro llevó a cabo Picasso. Da que pensar que esa idea pictórica estuviera ya expresada hace más de 30.000 años».