Antonio ALVAREZ-SOLIS | Periodista
La insolencia
La necesidad del trabajador es mucha, pero quizá lo que más le hiere es la insolencia con que los poderosos y, sobre todo, los cínicos expertos a su servicio se refieren a él y a la extrema situación en que se encuentra. El Sr. Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, de la patronal, por supuesto, acaba de hacer una observación que en otro tiempo con más vigor democrático le hubiera supuesto salir a la calle con escolta. El Sr. Feito, tras subrayar que el gasto en pensiones es excesivo, se ha permitido exigir también a los poderes públicos que se rebajen varios perfiles del subsidio por desempleo ya que esta prestación «desincentiva al parado para buscar trabaj». Es decir, el Sr. Feito ve al trabajador como un animal al que se debe privar de sustento a fin de incitarle a una abrupta y frenética búsqueda del salario que precisa agónicamente.
La inverecundia llega al límite al estar el Sr. Feito precisamente al servicio de los que tienen los empleos en su mano, con lo que la incitación al parado para que corra desaladamente de aquí para allá en busca de trabajo se convierte en un juego de circo romano.
Yo creo que estos comportamientos verbales y los materiales que de ellos se desprenden debieran estar condenados como delito de agresión al honor del ciudadano. O como injuria laboral, si se crea tal figura delictiva. Pensar que la inmensa mayoría de parados no actúan con la debida diligencia para hallar trabajo por tener a su alcance un miserable subsidio merece una respuesta adecuada al volumen de la ofensa. Este rudo lenguaje fascista que corrompe hasta su raíz la presente vida social supone, además, una clara incitación a la violencia penada por las leyes antiterroristas.