Fermin Munarriz | Periodista
Ventanas
No suelo dedicar mucho tiempo a enredarme en los vericuetos y cantos de sirena de internet; solo esporádicamente me dejo llevar por ese vagar errático al que invitan las ventanas del ordenador. Sin embargo, cuando lo hago, disfruto y me sorprendo. O me estremezco.
Es lo que me ha ocurrido con el último vídeo de Amnesty International sobre la tortura. Los realizadores consiguen meter al espectador desprevenido en la piel de una víctima del tormento en cuestión de segundos. La cinta dura apenas dos minutos, y casi uno y medio transcurre en penumbra bajo la capucha del detenido tras la irrupción violenta de unos agentes armados en la vivienda de una joven pareja. Gritos, golpes, gemidos, respiración entrecortada, pasos, electrodos, temblores, bañera, asfixia, pérdida de consciencia, alaridos y un final intrigante que hiela la sangre...
Las notas del inicio sugieren un contexto árabe, pero las circunstancias bajo la capucha del detenido son tan universales, tan cercanas... Son idénticas, por ejemplo, a las que han relatado cientos de hombres y mujeres de esta tierra. En cierto modo, el vídeo es también una manera de visibilizar aquí una experiencia reciente que, todavía hoy, se pretende acallar porque sus responsables siguen impunes. Es una ventana para mirar en su interior.
Por ello temen tanto al poder de la imagen, de la información y del relato. Y por ello, precisamente, es tan importante contribuir a hacer visible cada una de las piezas del gran mosaico de nuestra historia. Basta escuchar las amenazas desaforadas y absolutamente antidemocráticas del ministro español con el fin de impedir la financiación del documental «Barrura begiratzeko leihoak» para comprender la trascendencia de abrir ventanas al testimonio directo y a las realidades incómodas. Aunque sus realizadores hablen -o tal vez por ello- de sentimientos, la expresión primera y más sincera del ser humano. Y aunque los esperpénticos censores ni siquiera hayan visto la película que persiguen... pero este es un misterio inescrutable y específico de los tiranos españoles.
Por estas y otras muchas razones, doy mi respaldo público y económico -e invito a hacerlo- al proyecto de los cinco realizadores vascos. Porque la libertad de expresión, la democracia y la memoria también se conquistan abriendo ventanas desde el arte. Aunque estremezcan.