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Txisko Fernández | Periodista

Cultivando un nuevo lenguaje

Con la presentación de su «equipo de gobierno», el domingo pasado, Euskal Herria Bildu sorprendió -creo que a propios y extraños- al dar a conocer el organigrama preparado por si tiene la oportunidad de configurar el próximo Ejecutivo de Lakua. Solo me detendré en una de las «novedades», el departamento de Soberanía Alimentaria, por ser la que más estupideces ha cosechado entre portavoces políticos y entre la banda de incultos analistas del unionismo español.

En esa presentación, Judit García comentó lo siguiente: «Todos los pueblos tienen el derecho de diseñar e implementar las políticas que necesiten para generar su propio alimento. Al mismo tiempo, aquellos pueblos que desean ser dueños de sí mismos y seguir siéndolo en el futuro, tienen que dotarse de un sector primario fuerte. La alimentación es una cuestión básica y no se puede dejar en manos ajenas». Abogó por un modelo de producción justo y sostenible; no propuso la autarquía ni un menú a base solo de berzas.

El mismo día, el suplemento «Negocios» del diario «El País» publicaba un artículo bajo el titular «La agricultura emigra al Sur» (un juego de palabras, en mi opinión, hiriente para todas aquellas personas que han migrado para trabajar en condiciones humillantes en los campos del Norte). Y el texto arrancaba así: «Nuestras empresas agroalimentarias no podían quedarse al margen de la última gran tendencia en la economía mundial, la compra masiva de tierras forestales y de cultivo en África, América o Europa del Este».

Entre ambos planteamientos, elijo el que preconiza EH Bildu. Y mezclando sabores y modelos económicos, pregunto: ¿Alguien duda de que es más sabroso un tomate recién recogido en una huerta cercana que el que se puede adquirir en cualquier gran superficie después de haber cruzado medio mundo congelado en un avión o un buque?

También tengo claro que un kilo de tomates comprado en un puesto de baserritarras es más caro que un kilo «ofertado» en un super. Y que lo primero es comer y luego viene todo lo demás. Precisamente por ello, en un país en el que el hambre no es una preocupación cotidiana para la inmensa mayoría de la población, es positivo que la izquierda soberanista defienda otro modelo de hacer las cosas, porque otro mundo es posible aquí, en África y en América.

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