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Crónica | crisis siria

El Ejército sirio se enzarza en una guerra urbana en Alepo

En un apartamento del oeste e Alepo, el general sirio mira en su ipad un mapa de Google Earth donde aparece cada uno de los bloques de casas del barrio de Seif al-Dawla. Sobre la mesa del salón, walki-talkies aprehendidos a los rebeldes con los que puede oír sus conversaciones y otros aparatos para mantener contacto con sus oficiales sobre el terreno.

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Sammy KETZ | AFP

«Avanza hasta el Bloque 4 pero no abras fuego a tu derecha, porque he enviado otro equipo a ese sector para cogerlos en tenaza y no me gustaría que tiraráis sobre ellos», comunica el jefe de operaciones del Ejército regular sirio al oeste de Alepo.

Con el cabello cortado al cero y aspecto flemático, este general de la Guardia Republicana, una unidad de élite del Ejército, tiene a su cargo una parte de los barrios más difíciles de la ciudad. «Debemos arrebatar a los terroristas los sectores que mantienen evitando al máximo destruir la ciudad y castigar a la población civil para que siga de nuestro lado. Se necesita mano izquierda», explica este oficial superior de 53 años de edad.

Al contrario de en otros frentes como el de Homs (centro), donde la infantería ocupaba el terreno tras el castigo de la artillería, en Alepo, gran ciudad del norte, el Ejército se ha imbricado de lleno en una guerra urbana, donde se lucha por cada casa, calle o cruce. La artillería, los carros y los helicópteros solo sirven de apoyo.

«Los terroristas recurren a francotiradores y a bombas-trampa. Hay que sacarlos de las casas y luego desactivarlas para dar por liberada la zona».

Cada banco utiliza a vecinos para espiar al enemigo. En Sayyed Ali, un barrio del centro, tres vecinos rodean a un hombre que lleva una bolsa de basura. No tarda en «reconocer» que trabaja para los rebeldes y, para salvar la vida, informa de la posición de sus comandantes.

Las Fuerzas Especiales del Ejército se encargan del centro de la ciudad y hace dos semanas tomaron el barrio cristiano de Jdeide, en la Ciudad Vieja, desde donde han avanzado hacia la Plaza Sayyed Ali.

Seguro de la victoria

Afable, el general no duda de la pronta victoria. Lo más duro fue en su opinión la toma el 9 de agosto de Saladino y el pasado sábado de los altos de Seif al-Dawla, dos barrios estratégicos del oeste de la ciudad.

Señala como pendientes en este sector las alturas de Izaa y el barrio de Sukkari. La ofensiva sobre el este tendrá que esperar. «Los rebeldes no avanzan y los vientos han cambiado a nuestro favor», se vanagloria.

El barrio de Saladino, construido de forma anárquica con estrechas calles e inmuebles de cinco o seis pisos, fue el primero en ser conquistado por los rebeldes. Un oficial de los servicios de inteligencia del Ejército asegura que muchos de ellos vinieron con sus mujeres e hijos con la excusa de que huían de los combates en Idleb. «Por compasión les dejamos entrar».

Otra explicación reside en la deserción del general Mohamed Maflah, jefe de Inteligencia de Alepo. «Les dio las llaves de la ciudad», explica el oficial. El desertor murió antes de poder cruzar la frontera turca.

Para nuestro general, la explicación es mucho más simple. «Les dejamos entrar porque es más fácil tenerles concentrados en un lugar que corriendo tras ellos por todas partes».

«Eran unos 7.000. Hemos matado a 2.000. Hay sirios del norte pero muchos son extranjeros: chechenos, turcos, afganos, libios y tunecinos», señala, mientras muestra documentos de identidad turcos.

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