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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Miran angustiados hacia Quebec

Las y los independentistas de Quebec han obtenido unos magníficos resultados, que un cenútrio quiso oscurecer a tiros, y claro, en el infraebro se les ha abierto una nueva puerta a la desesperanza. Irlanda, Flandes, Escocia, Quebec... los espejos se multiplican para las naciones atrapadas en el Estado español, y eso a algunas les pone de los nervios. Como a Cristina Losada, columnista de «Libertaddigital.com», quien empezaba su comentario diciendo que «como para desmentir que los nacionalismos son propios de países que aún no tomaron el tren de la modernidad, heridos por tensiones seculares, paralizados por deficientes sistemas políticos, tenemos el caso de Quebec», para agregar que «la mística nacionalista y sus fantasías comunitarias son plantas persistentes». Es decir, que quienes democráticamente han votado al Partido Québécois se han dejado llevar por la mística y la fantasía. Como alguna quebequesa lea esta sarta de tonterías se va a pasar una semana a carcajada limpia.

Para la columnista del digital de Jiménez Losantos y compañía, «los esfuerzos para que Quebec se sintiera a gusto en Canadá no redujeron las ansias secesionistas. Ni las aplacaría el hecho, que nos resulta familiar, de que el Estado canadiense fuera el más descentralizado del mundo», ante lo que se pregunta «qué puede la racionalidad contra el sentimiento». Porque lo racional, claro está, es ser canadiense, o española, pero no quebequesa o vasca. Y dicho esto, Losada mira a su alrededor y se lamenta: «A los que no participamos de esa religión secular que es el nacionalismo, el arraigo del secesionismo quebequés viene a echarnos un jarro de agua fría. Estábamos equivocados al pensar que el cosmopolitismo, la democracia o la prosperidad eran antídotos eficaces contra el hechizo del imaginario nacionalista. Y erramos igualmente cuando, ofuscados por `el espejismo de la isla', por citar de nuevo a Julián Marías, creemos que la persistencia del secesionismo en España es una lacra exclusiva, sólo atribuible a nuestros muy singulares defectos». Pues que se vayan acostumbrando a beber de ese agua, porque les va a llegar helada. Hablan de nacionalismos cuando ellas y ellos lo son más que nadie. Españoles, claro.

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