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Gabirel Ezkurdia Politólogo y analista internacional

Independencia obligatoria o Hispanistán

La referencia del líder del PP vasco, Antonio Basagoiti, a la «independencia obligatoria» de Euskal Herria le parece a Ezkurdia un insulto «al conocimiento». Sin embargo, admite que tal vez tenga razón, toda vez que, recuerda, «inevitable» es sinónimo de «obligatorio».

No es importante, pero cuando un 42,6% de la población vasca de entre 30 y 34 años cuenta con educación superior, entre otros datos, se espera otro nivel por parte de la «clase política».

Al margen del deficiente currículum académico de tres de los cuatro candidatos a lehendakari, que estos sean también personas que nunca han trabajado fuera del partido respectivo es como poco significativo. Los tres candidatos que han hecho de la fidelidad al aparato político respectivo carrera profesional son personas ajenas a los problemas de miles de personas porque nunca los han vivido. Son insolventes. A día de hoy, la política homologada por el sistema los iguala. Pelean «de mentiras» por la mediocre gestión de la voluntad y los intereses del verdadero poder, el Capital. Son clones «de provincias» de Rajoy o Zapatero que dicen no estar conforme con lo que «les imponen», pero «han de obedecer».

O sea, buenos chicos. La generación VASP -Vascongados Antiindependentistas Sumisos al Poder- lealtad garantizada, tergiversación propagandística y el rostro humano de lo hoy «democrático»: el saqueo social y el buen rollo con el Reino español para salir «de la crisis».

Y en esto llegó el PP «de Euskadi» a evitar lo ineludible, la flagrante derrota electoral del unionismo. Pariendo titulares desde lo obsceno y lo políticamente inconsistente para pretenciosamente ganar pantalla, pese al déficit innato de la derecha para la ironía, el tsunami de sandeces no pasa de ser una retahíla de insultos a la inteligencia que evidencian un mal asesoramiento en marketing comunicativo.

«Bolinaga debe estar orgulloso de ser español» (un inciso. ¿La moda de llamar a Iosu Uribetxebarria por su segundo apellido para evitar el primero es por incapacidad intelectual general de los españoles para reproducir un apellido vasco o un homenaje a su madre?), o la «independencia obligatoria», lema de campaña, son dos ejemplos, entre decenas, que demuestran que los voceras del PP son bastante escasitos.

Ante la inevitable victoria del independentismo, solo queda el discurso apocalíptico y el cínico insulto a la inteligencia: «la independencia obligatoria». Obviar que la única imposición histórica obligatoria es la esencia de la propuesta unionista, la España indivisible garantizada por la amenaza de las fuerzas armadas, ha sido común hasta ahora, pero decir que la independencia «es obligatoria» es injuriar al conocimiento.

Aunque bien pensado puede que tenga razón, «inevitable» es sinónimo de «obligatorio».

La mediocridad hispanoforme es tan agraviante que la misma idea de España genera independentistas, incluso entre los asépticos, los ajenos al independentismo. Atentos al Principat de los Països Catalans. Cada día son más los que al margen de las ideas, los principios o el corazón sienten la necesidad de optar por la independencia como única opción posible para superar el descomunal desastre que es la España atada y bien atada.

El integral despropósito español contrasta con los indicadores socioeconómicos vascos. No hay que ser Einstein para intuir que el agujero negro español es el Titanic con formas de Armada Invencible futbolística en el que sigue tocando sin cesar la rancia orquesta borbónica mientras se hunde en el abismo sin retorno.

España es la decadencia, la ruina obligatoria. Todo el mundo lo sabe, lo presiente. Un sumidero corrupto además de chabacano. Dictablanda o demodura de súbditos lobotomizados por Anne Germain o «la Roja», mientras son estafados en masa por los banksters financieros más políticamente correctos, que llaman ladrón y sinvergüenza, a la excepción que confirma la regla, Gordillo y los campesinos revolucionarios del SAT. Los únicos que no son del PPSOE.

Bartolinesca «Marca España». Menudo percal. Desde el rey y su «campechano» entorno, creadores máximos de la más patética liporia internacional producible, hasta la caciquilla valenciana del «que se jodan», elocuente ella, pasando por el gallego que «no llega a fin de mes» con 5.400 eurazos de sueldo, sin olvidar al «007» sin puntos en el carné, Carromero, que va a «asesorar» a la gusanera cubana y la decapita, o la lúgubre Policía «de luxe» justificando su ineptitud en máxima audiencia en el canal de la Princesa del Pueblo. Pero si Torrente y José Luis Moreno guionizan la «alta política» española, en la «popular» hasta los gags de Mr Bean se hacen realidad en el Hispanistán Bartoliniano de Antonio, Ecce Homo. Hispanistán, esquilmado y saqueado Reino de Inditex y el Cachuli, en el que los millones de parados y precarios sobreviven gracias a esquilmar los ahorros, bienes y rentas de generaciones previas de trabajadores jubilados, ganados a base de sangre, sudor y lágrimas; ese desierto obligatorio es lo que hace que cada día más vascos de todo tipo y condición vean la independencia, el estado vasco, como única opción obligatoria para poder sobrevivir y ser libres.

Y ni mentemos la sinvergonzonería bananera de los 300.000 «exiliados», que ahora son 83.000 para un siguiente pucherazo, por no hablar del dolor que genera la baba rabiosa que supura el unionismo ante su derrota política, que pagan a modo de impotente venganza los prisioneros políticos vascos.

Vivimos tiempos decisivos. Penúltimo acto histórico. El independentismo está rentabilizando décadas de militancia resistente decisiva para afrontar los sucesivos intentos de asimilación. Y a la par, está articulando las bases democráticas inapelables que permitirán la mayoría hegemónica que permita proclamar la independencia.

Hasta ahora la razón de ser de miles de vascos en Euskal Herria venía del «gu sortu ginen enbor beretik sortuko dira besteak...», transmitiéndose de generación en generación. Un potosí han dado algo o todo por tratar de recuperar una soberanía hurtada, han sentido la necesidad y el deber de pensar en clave de nación vasca para garantizar el futuro individual y colectivo de esta comunidad cultural preindoeuropea.

Muchísimos han abrazado el independentismo aprehendidos y aprendiendo a amar el euskara y la tierra en la que viven y han decidido vivir y trabajar. Y ahora, además, otra mucha gente, ajena a esos presupuestos ideológicos mayoritarios, a esos sentimientos, miles más que viven y trabajan en Euskal Herria, que son y han sido indiferentes a esa necesidad colectiva mencionada, son independentistas, incluso sin saberlo.

Sí, son «los Alcántara», los «apolíticos» del «hijo mío, no te metas en líos», los que votan a caballo ganador, al margen de cuál sea este. Es la masa demoscópica electoralmente determinante que empieza a entender hoy, en clave personal, que solo la independencia garantiza un status quo próspero, algo que hoy España solo deteriora. Nuestros indicadores dicen que somos más alemanes que españoles y así hasta el discurso más egoísta de derecha «apolítica» refrenda hoy el independentismo como opción inevitable, fundamental.

Incluso minoría marginal que siente España como su nación y es ideológicamente unionista sabe en su fuero interno que ante Hispanistán o una Euskal Herria independiente, esta última opción es «obligatoria» si quieren garantías de bienestar y prosperidad.

Sí, Antonio, la habéis hecho «obligatoria» porque es inevitable.

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