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Análisis | Primer ANIVERSARIO DEL DESALOJO DE KUKUTZA III

El tiempo desnuda el fracaso de la política de la porra y la excavadora

Un año ha transcurrido del violento desalojo y derribo de Kukutza III, que aún permanece en la retina de muchos vascos. El tiempo transcurrido ha dejado al desnudo el total fracaso de la política impulsada por PNV, PP y PSE. La muestra es un solar vacío en Errekalde.

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Agustín GOIKOETXEA

En la memoria colectiva de este país hay muchos episodios acontecidos en el último medio siglo que permanecen vivos. No es difícil enumerarlos después de un breve repaso mental, uno de los más recientes se produjo exactamente a partir de la madrugada del 21 de setiembre de 2011 cuando un impresionante operativo de la Ertzaintza asedió por tierra y aire Kukutza III hasta desalojarlo a media mañana. Durante tres jornadas se instauró en el populoso barrio bilbaino de Errekalde un estado de excepción encubierto, donde se impuso la violencia institucional en defensa de la especulación inmobiliaria sin disfraces.

Aquella «fábrica de sueños», de creación, de cultura alternativa, que tenía su motor en la participación ciudadana, fue víctima, como recordaba ayer mismo la edil de Bildu Aitziber Ibaibarriaga de «la cerrazón y la irresponsabilidad» de PNV, PP y PSE que apoyaron aquella intervención. Lo confesó el propio alcalde, Iñaki Azkuna, al repetir en público en varias ocasiones que defendían la propiedad privada, aunque tal y como sigue argumentando la coalición soberanista detrás de ese discurso estaba el apoyo «a los intereses de una constructora de oscuro y dudoso pasado», Cabisa.

Durante quince años, gracias al aval de los sucesivos gobiernos municipales jeltzales, la promotora incumplió las directrices del Plan General y lo sigue haciendo una vez que logró su objetivo de demoler el edificio que se había convertido en el corazón de Errekalde y referente cultural de Bilbo y Euskal Herria. Un año ha transcurrido y aún no ha presentado el proyecto de ejecución, como le demandaron desde el Ayuntamiento, para que en el solar vacío que dejó Kukutza III se levanten las viviendas prometidas. Argumentarán, sin duda, que no cumplen de nuevo con lo exigido por el Consistorio por aquello de la crisis económica, esa que tan bien viene a los especuladores.

Bildu anunció ayer que ha pedido el expediente y que aguarda a conocer las explicaciones que se le dan. Como también las tendrá que dar el Ejecutivo de Lakua, ya que no hay noticias del plan para descontaminar el solar donde se levantó el antiguo edificio industrial. Tan solo se supo de los permisos solicitados para acometer catas previas pero nada del proyecto.

«El puente de plata» que dijo hace un año el abogado de los vecinos, José Angel Esnaola, se había puesto durante tres lustros a Cabisa se mantiene, como la ausencia de una política municipal para satisfacer las necesidades reales de equipamientos en los diferentes barrios del Botxo. Marketing a troche y moche pero escasas actuaciones y menos inversiones.

En la definida por los vecinos como «semana de la vergüenza», Bildu ha recordado que en aquellos días «quedó en evidencia el modelo gris de entender la ciudad» de PNV, PP y PSE. Los soberanistas de izquierda acusan a ese tripartito de «priorizar el centro en detrimento de los barrios, y en ese modelo al que no piensa como Azkuna, o no es de su agrado, se le quita de en medio». Tras Kukutza III, llegó Patakon. La historia se repitió en Uribarri en un edificio abandonado durante 40 años. El Consistorio intervino una vez que, ante su inacción, los jóvenes quisieron dar una utilidad social al inmueble que nunca llegó a ser empleado para el fin para el que fue edificado, el industrial. Los propietarios pidieron ayuda al alcalde e Iñaki Azkuna se la brindó gustosamente, aventurando una futura promoción de vivienda.

Porras, escopetas lanzapelotas y excavadoras acabaron hace 365 días con un gaztetxe que se había convertido durante trece años en el corazón de un barrio obrero vivo que lleva «50 años luchando por la dignidad» y que no se resignó a ver cómo le arrebataban su «tesoro». Los discursos institucionales de pose, especialmente los del PSE, se los llevó el aire provocado por el helicóptero de la policía que por entonces dirigía Rodolfo Ares. Allí, en plena calle Gordoniz y en sus aledaños, muchos fueron testigos de la violencia como instrumento para defender la sacrosanta propiedad privada, aunque los agredidos fueran cargos públicos. El desmedido empleo de la violencia se vivió a partir de la madrugada del 21 de setiembre hasta bien entrada la noche y la orgía llegó en la tarde del día 23 cuando, en un estado de sitio no declarado, una gran excavadora accedía a Errekalde protegida por un impresionante despliegue de la Ertzaintza para destrozar el edificio del número 1 de la calle Iturrigorri. Mientras la enorme pala iba demoliendo la «fábrica de sueños», las cargas policiales se sucedían dentro y fuera del barrio. Internet es un buen escaparate para refrescar lo que allí se vivió y estremecerse aún un año después.

La investigación del Ararteko se hizo esperar pero cuando vio la luz, en mayo, dejó sin argumentos a los principales defensores del empleo de la violencia en Kukutza III. A pesar de que Interior le remitió escasa información y ocultó si se efectuó una investigación interna tras las denuncias vecinales, Iñigo Lamarca estimó «razonadas y justificadas» las 53 quejas interpuestas, a las que se sumaron 76 partes de lesiones y diversas fotografías en las que se mostraban heridas y contusiones a otras 29 personas, todas ellas víctimas de la actuación policial. De esta, dijo que no se rigió por los principios «de necesidad, adecuación, razonabilidad y proporcionalidad».

La propia Asamblea de Kukutza -que ha llamado a una concentración hoy, a las 18.30, frente al Consistorio bilbaino- advierte de que más de 80 personas están pendientes de juicio. La próxima vista es el 27 de setiembre y como las anteriores, subrayan, las acusaciones se basan en «mentiras policiales» como quedó de manifiesto en el juicio contra los ciudadanos alemanes detenidos y encarcelados, que fueron absueltos al no haber pruebas y testimonios de que participaran en desórdenes.

Mientras, Errekalde lleva «50 años luchando por la dignidad» y lo recuerda esta semana, al cumplirse el primer aniversario del desalojo de Kukutza III y medio siglo del surgimiento del movimiento vecinal en el barrio, con diferentes actos. Mañana, la plaza acogerá numerosas actividades, como una comida popular, dejándose para la tarde una kalejira y un concierto. El domingo se homenajeará a la primera presidenta de la AAVV.

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