Maite SOROA | msoroa@gara.net
Obispos políticos
El facherío mediático sigue dedicando páginas y páginas a las «ofensivas» contra esa España que se ha dedicado durante siglos según ellos a evangelizar y civilizar pero que le han pagado con ingratitud. Ayer, entre otros muchos frentes, destacaban el eclesiástico.
Por ejemplo, «Abc», en su apartado llamado Protagonistas, dedicaba una flecha hacia abajo al obispo auxiliar de Barcelona, Sebastiá Taltavull, quien hizo pública la posición de la Conferencia Episcopal Tarraconense respecto a la autodeterminación de Catalunya, afirmando que la Iglesia catalana «debe estar al lado del pueblo si este llega a la independencia desde la democracia». Para «Abc», sin embargo, eso de la democracia a la hora de la verdad no es más que una formalidad; lo que ocurre es que algunas y algunos se lo creen. Continuaba diciendo el vetusto diario que «Poco ha calado en el prelado catalán la doctrina ecuménica de la Iglesia, que busca la unión de todos los cristianos, sean de Barcelona o de Alpedrete». O de Sidney, ¿no? Y finalizaba: «Otro obispo metido a político que pide la independencia». Ya, y la declaración de la Conferencia Episcopal Española es apolítica, ¿verdad? Como en tiempos de Franco. En cualquier caso, para «Abc» lo que digan los obispos españoles, sea lo que sea, va a misa, nunca mejor dicho.
También «El Mundo» se hacía eco de las palabras del obispo auxiliar de Barcelona en primera página, asegurando que «'bendice' la independencia», y en páginas interiores ofrecía también un despiece dedicado al «polémico clero vasco», asegurando que la Iglesia vasca «mantiene en la actualidad una cierta distancia con las revindicaciones de la izquierda abertzale», pero que «hubo un momento no muy lejano en que no fue así, cuando presidía una no oculta connivencia en defensa de las violencias sufridas por el entorno radical, como las torturas o el sufrimiento de las familias de los presos». Se supone que quería decir todo lo contrario, es decir, que existía una connivencia en contra, y no en defensa, de las violencias sufridas por detenidos y presos y familiares de estos, postura que para «El Mundo» está muy mal, y lo que la Iglesia tiene que hacer es exactamente lo que su redactora o redactor escribía ayer erróneamente: defender esas violencias. Por supuesto, sin meterse en política.