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«Adam resucitado» reafirma a Schrader como el cineasta de la locura y la culpa

M. I. | DONOSTIA

Aunque son muchos los que quieren poner a Paul Schrader la etiqueta de cineasta de los 70, es un autor que ha demostrado después de esa década la coherencia de su obra, máxime teniendo en cuenta que «Aflicción», su película más importante, data de 1997.

Otra cosa es que la distribución le haya dado la espalda, y que «Adam resucitado» se estrene con cuatro años de retraso, cuando ya casi está olvidado su paso por la Seminci de Valladolid, donde se llevó el premio a la Mejor Banda Sonora para Gabriel Yared.

La película se basa en la novela «El hombre perro» de Yoram Kaniuk, uno de los pocos escritores judíos capaces de mirar hacia el Holocausto con ironía y humor negro. Su simbolismo literario puede recordar a Günter Grass y «El tambor de hojalata», pero la adaptación de Schrader remite a una extraña conexión fílmica entre dos creaciones de Samuel Fuller, que son «Corredor sin retorno» y «Perro blanco», dada la forma en que maneja sus obsesiones personales con la locura y la culpa.

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