Ayer se cumplieron quince años de la inauguración del Museo Guggenheim de Bilbo. Su director, Juan Ignacio Vidarte, hacía un balance muy positivo de esos quince años y apostaba por su ampliación en Urdaibai. Entretanto, en Donostia, comenzaba el octavo congreso sobre Patrimonio Cultural, organizado por varias universidades y museos vascos e internacionales, en el que varios expertos analizan el futuro incierto de unas infraestructuras que a raíz de la crisis económica han revelado su inviabilidad en su mayoría. La vicerrectora Cristina Uriarte afirmaba que la supervivencia de esos museos depende de su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos. Es posible. Pero también es necesaria una reflexión pausada en torno la política llevada a cabo con esos museos, política que trasciende tiempos de crisis y coyunturas concretas. La falta de una visión de país al respecto, la falta de coordinación a la hora de planificar esas infraestructuras, contrasta con la práctica de, por ejemplo, EEUU, que cuenta con organismos para ayudar y estudiar la viabilidad y posibles actividades de nada menos que 17.500 museos. A buen seguro, en este país sería menos complicado.