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Detalles que remueven conciencias y emociones en una dirección constructiva y reparadora

Rosa Lluch, una de las hijas de Ernest Lluch, político del PSC muerto en atentado de ETA, hizo un gesto portador de un mensaje de esperanza, de un simbolismo y valor político que anticipa el futuro, que traza el recorrido que la verdad y la reconciliación deben acometer en este país. Que no utiliza el dolor para bloquear soluciones, para beneficio de intereses y sustentos creados. Que ayuda a remover conciencias y emociones en una dirección constructiva y reparadora. El beso de saludo que intercambió con el portavoz de la izquierda abertzale, Pernando Barrena, fue todo un detalle. Tuvo un significado enorme, que no pasó desapercibido en Euskal Herria. Simbolizó, en cierta medida, la indulgencia de un sueño colectivo: el de un país en paz consigo mismo y dejado en paz para hacer su propio camino.

Ayer, su hermana Eulalia Lluch, instó en sus declaraciones a escuchar, a no decir un «no» por sistema a los comunicados de ETA y a afanarse en «cerrar el problema de ETA entre todos». Unas palabras sensatas, de mucho coraje, que bien podrían servir de ejemplo e inspiración a quienes han hecho de la «no-solución» su única oferta de solución y viven la paz como una amenaza.

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