El cine danés todavía no se había acercado a la figura histórica de Johann Friedrich Struensee, a pesar de lo influyente que llegó a ser para convertir al país nórdico en lo que hoy es. Por su procedencia germánica había interesado más al cine alemán, incluso también al inglés, que nunca deja temas de época por tocar. Había llegado pues la hora de hacer un esfuerzo de producción por encima del que acostumbra una cinematografía conocida mundialmente por sus realizaciones independientes y por ser la cuna del Movimiento Dogma de Lars Von Trier.

La responsabilidad la toma Nikolaj Arcel, que consigue consagrarse internacionalmente con este cuarto largometraje, después de una trayectoria inicial más bien modesta. El mayor empeño lo ha puesto en la escritura del guión, adaptando una novela de Bodil Steensen-Leth junto a Rasmus Heisterberg. Para ello se leyeron además todo lo que se ha escrito sobre Struensee, llegando a la conclusión de que era imposible obtener una versión unitaria acerca de su periodo de regencia en la corte danesa, por lo que comprendieron que la fidelidad a los hechos resultaba inviable. Así, optaron por hacer su propia interpretación y adecuarla a una dramatización apasionante con un lenguaje actual.

Madds Mikelsen forma pareja estelar con la ascendente actriz sueca Alicia Vikander, a la que pronto veremos en la oscarizada «Anna Karenina» y en la película sobre WikiLeaks y Julian Assange «The Fifth Estate». Ella es la reina Carolina Matilde, una joven inglesa casada a la fuerza con un rey trastornado e incompetente. Como extranjera se entenderá mejor con Struensee, convirtiéndose en su amante.

Son personalidades que no encajan en un país heredero del medievalismo, y más próximas a las renovadoras ideas ilustradas. De la pasión que comparten nacerá un impulso modernizador, contrario a los intereses más conservadores.