Aunque todavía estamos a principios de marzo, la crítica señala ya a «Hansel & Gretel: Witch Hunters» como clara favorita para convertirse en la peor película del 2013. Hay cineastas que están muy bien en sus países de origen y nunca deberían dar el salto a Hollywood. El noruego Tommy Wirkola hacía unas parodias de ínfimo presupuesto muy divertidas, por lo que tenían de baratas y gamberras. Se rió de «Kil Bill» en «Kill Buljo: The Movie», del terror gore en «Zombis nazis» y, más recientemente, de «El proyecto de la Bruja de Blair» en «Kurt Josef Wagle og legenden om fjordheska».

Hasta ahí muy bien, pero la caga al pretender trasladar ese humor tan nórdicamente austero a una superproducción. Ya no hace gracia, y encima se cree que ha vendido a los ejecutivos de MGM y Paramount una gran idea, al contar lo que fue de los niños Hansel y Gretel del cuento después de sobrevivir a la bruja de la Casita de Chocolate. Ya creciditos, se convierten en cazadores de brujas para vengarse de sus traumas infantiles.

En el colmo de la idiotez la película dota a los hermanitos de un arsenal, para que con todo el armamento imaginable arrasen con cuanto se les ponga delante, aunque se trate de enemigos con poderes paranormales.

Semejante anacronismo es reiterativo por demás y aburre hasta la saciedad, máxime sobre escenarios medievales de puro fantástico infantil. Solo la belleza siniestra de Famke Janssen anima tan pobre espectáculo, si bien en cuanto se transforma en una monstruosidad se pierde el efecto sexy inicial.

No tiene ningún sentido hacer cine de serie «Z» con medios millonarios, y es una tendencia que cada vez se da más en Hollywood, debido a que han descubierto que este tipo de películas funcionan en mercados emergentes como el asiático o el de Europa del Este, sobre todo en Rusia.