Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico
Una gran dama de la actuación
No se me dan nada bien los obituarios, porque la muerte me deja muy frío y no me resulta inspiradora. Lo único que me anima a escribir algunas líneas sobre figuras del cine recién fallecidas es el rastro de cariño que dejan, y a mí María Asquerino siempre se me hizo maternal.
Fue una gran dama de la escena y, aunque se asomó menos a la pantalla, nos brindó actuaciones inolvidables. Lo triste es que se haya tenido que morir para recordarla en «Surcos» o en sus admirables trabajos para Fernando Fernán Gómez, resumidos en el Goya recibido por «El mar y el tiempo». Y qué divertida estaba en «La comunidad», gracias a que Alex es el mayor rescatador que existe de viejas glorias.
Los recuerdos cinéfilos pueden ser bonitos, pero la realidad de las personas mayores no lo es, y menos en el mundo del espectáculo. Sus amigos dicen que era muy callejera, que le gustaba salir, incluso siendo ya octogenaria. Sin embargo, cuentan que los últimos meses los pasó en una residencia a la que no ha logrado sobrevivir.
Antes de eso, apareció en un programa de la telebasura retratada como una mujer sin retiro, abandonada a una existencia solitaria y ruinosa. Duele mucho que los depredadores de las audiencias solo se interesen por la desgracia ajena para convertirla en objeto de morbo.
No es justo hablar así de María Asquerino, ni de ninguna otra persona en su situación, sin contrastar la noticia con el aliento vital que todo artista es capaz de transmitir a los demás. Ella nos dio mucho de sí misma y deberíamos estarle eternamente agradecidos.