CRíTICA jornadas de teatro de Eibar
Honor no rima con amor
Carlos GIL
Cuando el tema de una obra de teatro es el honor, y forma parte de un género teatral de su época, es difícil que una versión pueda darle un punto de vista muy diferente, pese que en esta ocasión Jesús Peña haga una redundancia final al acabar también Leonor matando a Don Gutierre, con la misma daga que desencadena la tragedia, por despecho, que es la versión más vitalista del honor o los celos. O quizás la única posibilidad para que una mujer deje de ser una víctima, un objeto, que es lo que va dibujando a grandes trazos esta obra tan calderoniana.
Cuesta encajar en estos tiempos los mensajes dominantes en esta pieza, donde se reitera que el honor es lo más importante, por encima del matrimonio, porque en la rima no entra el concepto de amor, algo demasiado romántico para este barroquismo tan rudo y que cuando un hombre siente su honor mancillado, sea por hechos reales o por meras suposiciones paranoicas, solamente tiene una solución: lavarlo con sangre. Es decir, es un mensaje criminal. Porque en ningún momento nadie le cuestiona ese supuesto derecho arrogado, ni el rey, la máxima autoridad, ni casi la mujer que va a ser sacrificada, Doña Mencía, que asume su rol. Los remordimientos están exentos de objetividad y solamente se alude vagamente al alma, para amenazar a la misma de que si es católica rece para salvarla, porque su cuerpo está ya sentenciado. Brutal. Calderón. Teatro Clásico Español, el que ha ido fundamentando un pensamiento reaccionario, profundo, insuperable, que se reproduce.
Pero con este material, jugando con la máxima prudencia, remarcando la crueldad del rey, la sumisión de las mujeres por imperativo, incluso resaltando la diferencia de responsabilidad por la clase social a la que se pertenece, Teatro Corsario defiende la obra con mucha solvencia. Se entiende el texto, se sigue con facilidad la trama, afloran los conflictos, los personajes principales llegan, la puesta en escena es ligera, pero muy eficaz y encontramos un poco obvia la iluminación. Es un trabajo de género, respetuoso, pero nos puede este poso ideológico casi imposible de superar.
