Tras la derrota en Bucarest, demasiados estamentos e integrantes del Athletic han pulsado la tecla equivocada provocando el inicio de una autodestrucción colectiva. La incapacidad para gestionar las emociones y el éxito no lastraron únicamente al equipo sobre el césped, sino que elevaron la ansiedad y frustración a todo el entorno. Sin embargo, no cabe olvidar que la temporada pasada fue histórica y que requería de un reconocimiento social e institucional por parte del club. No llegó ningún título a Ibaigane, pero el Athletic ganó bastante más que un trofeo durante su trayecto. Resulta alucinante la incapacidad que se manifestó para proyectar comunicativamente el valor de lo realizado. No se reposó ni se valoró la temporada, ni siquiera hubo rueda de prensa para anunciar conjuntamente la continuidad de Bielsa.

A partir de entonces, en medio del aturdimiento general, comenzaron unos problemas derivados de la incapacidad e inmadurez para gestionar tanto el éxito como el fracaso. Un ansioso Bielsa agredió al jefe de obra mientras estaba empeñado en hacer la pretemporada en Lezama, que necesita aún más mejoras que las recientemente finalizadas para adaptarse a los tiempos de la excelencia. Y fue más lejos, criticando de lleno a algunos de los poderes fácticos del herrialde. Lo hizo proyectando frustración hacia el exterior, pero atinó y conectó con el sentir social mayoritario. Algunos, los vinculados de una u otra forma a dichos poderes fácticos, no se lo han perdonado, ni dentro ni fuera del club.

Hecho que unido a la referencialidad externa, egoísmo y falta de liderazgo de los futbolistas destinados a tirar del carro, han hecho saltar la temporada por los aires. Con ofertas de renovación impresionantes encima de la mesa, han preferido tirar por el camino más fácil. Ser piezas de coleccionable de equipos donde pueden sumar títulos como actores secundarios. Lo que unido a una actitud poco edificante y mal rendimiento, ha hecho el resto. El vestuario, buena parte de él, ha asistido noqueado a los acontecimientos. Incapaces aún de haber procesado el análisis correcto de las derrotas en las dos finales, muchos futbolistas no entienden la actitud de sus futuros excompañeros. Sin embargo, para desgracia del Athletic, se ha impuesto un discurso corporativista que lo único que ha hecho ha sido trasladar una normalidad inexistente. Ha llegado el momento de que futbolistas jóvenes con el ADN del club muy marcado den un paso adelante y adopten ese liderazgo que otros han abandonado al bajarse del barco.

Todo ha desembocado en una clasificación lamentable. Algo incomprensible con la plantilla y cuerpo técnico que tiene el Athletic, pero perfectamente explicable en este contexto. Es el momento de que todos los que formamos el club de una u otra forma rememos en la misma dirección. Por eso es incomprensible que a 48 horas de un partido como el de Iruñea el vicepresidente Corres alimente la incertidumbre en torno a Bielsa. No es lógico, pero cuenta con una explicación evidente, Corres forma parte de aquellos directivos más apegados a los poderes fácticos que el rosarino señaló en julio. Palabras que algunos en Bizkaia guardaron en forma de factura, aunque sepan que por el camino pueden perjudicar gravemente la estabilidad del club.

Detener el proceso de autodestrucción, salvar la temporada y establecer un proceso de reflexión serio de cara al futuro forma parte de los deberes del club. En junio habrá que abrir la puerta para todo aquel que no quiere estar o no ayude a generar una dinámica positiva, y recuperar en el mercado a futbolistas que sumen calidad, carácter y valores. Se necesita tranquilidad, entender que su política deportiva debe contar con liderazgos marcados en todos sus estamentos, capacidad de adaptarse al futuro contando con los medios más avanzados, reforzar el trabajo de fidelización y empatía, así como impulsar una proyección comunicativa global mucho más adaptada a los tiempos. Entre todos y todas, lo vamos a conseguir. Seguro.