Análisis | Políticas públicas
El síndrome holandés
Aprovechar la llegada inesperada de un gran caudal de riqueza para consolidar el saber hacer y dotarse de instrumentos de futuro o organizarse como si ese flujo fuera ilimitado y desatender incluso lo que antes se hacía bien. El autor analiza los efectos de ese fenómeno y las consecuencias de las distintas formas de actuar.
Isidro ESNAOLA | Economista
Allá por la década de los 60 del siglo pasado Holanda descubrió un yacimiento de gas cerca del Mar del Norte. La extracción de ese gas proporcionó un aumento inesperado de riqueza al país. En un principio, el descubrimiento tuvo un efecto positivo, pero a medio plazo se convirtió en una influencia perniciosa para la economía local. La razón de este llamativo efecto tiene una explicación técnica, pero creo que con un argumento más humano se entiende mejor: cuando una sociedad recibe inesperadamente un gran caudal de riqueza se acostumbra y termina desatendiendo todo lo demás, incluso aquello que antes hacía bien. Cuando el caudal deja de ser inesperado, desciende o se agota, se da cuenta de que ha olvidado cómo gestionar lo que tenía y ha socavado las bases de su riqueza anterior sin haber aprovechado el flujo inesperado de riqueza.
Se pueden encontrar muchos ejemplos de ese fenómeno a lo largo del tiempo y otros tantos de pueblos que lo han evitado. Uno ellos ha sido Noruega que con buen criterio decidió crear un fondo en el año 1990 con una parte de los beneficios que obtenía de la extracción de petróleo. Posteriormente fusionó ese fondo con el Fondo Gubernamental de Pensiones. A día de hoy es uno de los mayores fondos soberanos del mundo con alrededor de 530.000 millones de euros. La existencia de ese fondo suscita interesantes debates en Noruega que van desde la parte de los ingresos del petróleo que hay que invertir y la que hay que gastar, pasando por el peso que tienen que tener las inversiones en bolsa debido a su volatilidad y riesgo, hasta los criterios éticos de inversión que han llevado finalmente a excluir a una serie de compañías de entre las inversiones posibles. Más allá de las discusiones que suscita, lo que sí es cierto es que con este fondo el Gobierno noruego se ha dotado de un potente instrumento para financiar a las empresas de su país. No solo a las de su país, sino a otras del resto del mundo. Hace unos días el Banco Central de Noruega, que es el que gestiona el fondo, ha informado que el fondo soberano ha estado comprando acciones de CAF y que en la actualidad posee el 3,04% de esta empresa clave en la economía de Gipuzkoa, lo que nos lleva a preguntarnos cómo están las cosas por aquí.
Lo que pasa por aquí se parece bastante a las consecuencias del síndrome holandés. La entrada en la CEE primero, en Maastricht después y, por fin, la entrada en el euro fueron el camino hacia El Dorado. Cada uno de esos pasos supuso una entrada de dinero cada vez mayor y cada vez más barato que en vez de usarlo para consolidar aquello que sabíamos hacer se ha dedicado en una gran parte a la especulación. A la cabeza de ese proceso han estado las cajas vasco-navarras que, a pesar de que la propiedad era pública, su carácter social y que por definición no tenía afán de lucro, dirigidas por la derecha regionalista en vez de dedicarse a la promoción económica y social, se han dedicado a especular, con el resultado de todos conocido: una, absorbida por La Caixa y las otras, tres fusionadas para enjugar las pérdidas que arrastran del anterior periodo especulativo. Y lo que es más grave, a día de hoy no tienen ninguna capacidad para financiar la economía, ni a las empresas, ni a los autónomos, ni al comercio, ni a los consumidores, ni a nadie.
Con un banco sin capacidad de movimiento, cuestión reconocida y asumida por todo el mundo incluida Confebask, que lleva meses pidiendo que se dediquen los fondos de las EPSV a financiar a las empresas, el nuevo Gobierno de Gasteiz nada más llegar recogió la petición de la patronal y puso encima de la mesa la creación de ese fondo con los recursos de las EPSV, pero sin contar con ellas. El resultado de todo ello es que a punto de cumplir los cien días de gestión el Gobierno de Urkullu ha conseguido poner en marcha ese fondo pero con la participación de los bancos, con los que, por cierto, no se contaba al principio, al ser conocida por todo el mundo la delicada situación de Kutxabank; además, se ha lanzado con la mitad de los fondos propuestos inicialmente y dejando fuera a las EPSV que se podrán adherir al mismo en el futuro, según lo que decidan sus respectivos órganos rectores.
Menos da una piedra. Tal y como está el panorama para financiarse, cualquier cosa que se haga, por pequeña que sea, se agradece y así, nadie ha osado hacer una crítica. Además, hay que reconocerle al Gobierno del PNV su capacidad para vender sus propias iniciativas. Además de este fondo, esta semana ha presentado un Plan de Empleo en el sumaba a su aportación, las de otras instituciones y las que pudiera atraer con la colaboración público privada que daba la astronómica cantidad de 1.014 millones en el año 2013. Yendo a los números resulta que el Gobierno va a poner este año 35 millones, un esfuerzo titánico que no llega ni al 0,4% de su presupuesto. En Gipuzkoa el viernes terminó sus trabajos una ponencia para definir el destino de una partida para el empleo y la promoción económica de 7,6 millones de euros acordada durante la tramitación de los presupuestos que representa el 1% del presupuesto foral, un esfuerzo 2,5 veces mayor que el del Gobierno de Urkullu, pero que, sin embargo, ha merecido durísimas críticas.
Vender humo cuando las cosas van más o menos bien no es difícil. El problema es que cuando las cosas vienen mal dadas, el humo se lo lleva el aire y lo que hace falta son instrumentos que resuelvan los problemas y el Gobierno de Gasteiz no tienen ninguno. Pudo tener un banco público vasco sobre la base de las cajas de ahorros, pero prefirió que las oligarquías locales o provinciales las utilizaran para financiar sus negocios especulativos, hasta que los negocios especulativos han terminado con las cajas del pueblo y con los aires de grandeza de esas oligarquías provinciales. Pudo también crear un fondo público para gestionar los complementos de las pensiones ya que el Estatuto de Autonomía en su artículo 10.23 da competencias en esta materia al Gobierno de Gasteiz. Pero en vez de organizar un fondo público, a la manera del fondo soberano de Noruega, que hubiera sido un importante instrumento para financiar la actividad económica en estos momentos de crisis, prefirió que fueran entida- des privadas, eso sí con la participación de las y los trabajadores, las que gestionaran esos complementos para de esta manera ofrecer a los bancos una nueva línea de negocio que, aprovechando la oportunidad, se ha hinchado a cobrar comisiones por la gestión de esos fondos. Para hacerse una idea del potencial de un instrumento público de esa clase, los fondos que gestionan las EPSVs en estos momentos son de unos 20.000 millones de euros.
La ideología profundamente neoliberal de la derecha regional le ha impedido apostar por el sector público y en consecuencia ha utilizado las escasas competencias que tenía para favorecer a sus amigotes en vez de empeñar su esfuerzo en la creación de instrumentos públicos, tal y como hacen los países bien organizados y cohesionados. La derecha no tiene visión de país, no ven nada más allá del mercado capitalista y del mercadeo de prebendas. Y ahora que ha conseguido volver al Gobierno se encuentra con un Gobierno sin instrumentos para afrontar la crisis porque en su momento no tuvieron voluntad ni visión de país. El dichoso síndrome holandés.