Al menos 15 estudiantes sirios murieron y decenas más resultaron heridos ayer a causa de un ataque con mortero de los insurgentes contra la cafetería de la facultad de Arquitectura de la Universidad de Damasco.

El rector, Mohammad Amer al Mardini, señaló que «nadie, en ninguna parte del mundo, puede imaginarse un acto más criminal que este». Incluso el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos lo calificó como «un crimen de guerra».

Las imágenes de la televisión estatal mostraban a algunos médicos haciendo masajes cardíacos a varios jóvenes y gran cantidad de sangre esparcida por el suelo de una cafetería al aire libre cubierta por una carpa. La facultad se encuentra en Baramkeh, un barrio del centro de Damasco, en el que también se encuentran edificios oficiales y en el que esta semana se han intensificado los ataques de las fuerzas insurgentes. Un segundo impacto de mortero cayó ayer cerca del Teatro de la Opera, aunque sin causar víctimas.

Los rebeldes han formado un semicírculo alrededor de la capital desde el que están intentando hacerse con algunos puntos estratégicos y abrir una brecha que les permita acceder al centro de Damasco.

Además, un diputado sirio advirtió en el parlamento de que las milicias yihadistas de Al Nosra controlan una parte de la autovía que une esta región con Damasco tras la evacuación de varias posiciones militares.

Conflicto con los refugiados

Por otra parte, cientos de refugiados sirios han sido llevados en autobuses desde el campamento de Suleiman Shah, en Turquía, hacia la frontera con Siria después de que el miércoles se produjeran enfrentamientos entre manifestantes del campamento y efectivos del Ejército turco. Los refugiados exigían mejores condiciones de vida. Sin embargo, el Gobierno turco sostiene que son apenas medio centenar los refugiados que han regresado a su país, y por su propia voluntad.

«Aquí ha habido una gran operación de deportación. Se han desecho de un montón de gente. Han sacado a patadas a dos de mis chicos y a tres de los hijos de mi hermano.», relató una de las residentes en el campo identificada como Saher. «Hoy han venido muchos guardias con escudos obligando a la gente a salir. Creo que han salido unas 300 familias», aseguró.

También el campo de refugiados de Zaatari, en Jordania, fue escenario de disturbios, cuando la policía intervino para evitar que cientos de sirios tomasen autobuses para volver a sus hogares.