Poco a poco nos vamos familiarizando con estos episodios de guerra silente que se desarrollan en ese mundo paralelo al que denominamos Internet. En varias ocasiones hemos centrado nuestro interés en esa especie de «Guerra Fría» que enfrenta a Estados Unidos con buena parte de Oriente y viceversa. Pero el caso que hoy nos ocupa guarda otras connotaciones a pesar de que, en un principio, se señaló que el duelo entre Estados Unidos y China pudo haber provocado la gran ralentización que padeció Internet hace varios días. El origen de esta crónica ciberbélica está relacionada con dos empresas, Spamhaus y Cyberbunker. La primera, afincada en Londres y Ginebra, se dedica a combatir el denominado Spam -correo no deseado que se cuela constantemente en nuestro buzones virtuales- mientras que la segunda es una compañía holandesa dedicada al almacenaje y a través de la cual es posible descargar todo tipo de material, a excepción de pornografía infantil o material relacionado con acciones armadas de toda índole.

El detonante de este enfrentamiento vino motivado con la inclusión de Cyberbunker en una «lista negra» dictada por Spamhaus, lo que no gustó en exceso a los señalados.

Diversas opiniones afirman que Cyberbunker solicitó la ayuda de varias mafias del Este para ejecutar el que ha sido considerado el mayor ciberataque de la historia. Un ataque masivo que se produjo con el envío de alrededor de 300 GB de información por segundo contra los sistemas de la organización antispam, una cantidad nunca antes vista y que acabó por colapsarla por completo.

Fue tal la virulencia de este ataque que, una semana después de haberse producido, su «onda expansiva» alcanzó buena parte de los sistemas del Planeta, lo que provocó una ralentización global en la Red.