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Celebración del teatro

Carlos GIL | Analista cultural

Cada 27 de marzo, Día Mundial del Teatro, se celebra en Donostia una gala para entregar el Donostia Antzerki Saria para una obra hecha en euskara. En esta ocasión con el apoyo del mensaje mundial, un texto muy moderado y ecuménico de Dario Fo, diversos actores de compañías vascas sacaron sobre la escena del Victoria Eugenia personajes de sus obras, y fueron creando el ambiente propicio para que el alcalde donostiarra diera paso Xabier Mendiguren, el autor de «Publikoari gorroto», la obra que producida por Huts Teatroa, dirigida e interpretada por Ander Lipus, en compañía de Iñaki Ziarrusta y Miren Tirapu, recibió el galardón y fue representada a continuación.

Texto metateatral, dialéctico que establece un debate sobre la actitud del público, sobre la presencia de «unos fantasmas», esos públicos masivos que parecen que están «pintados», frente a la búsqueda de otro público activo, participativo, que se personifica en dos actores sentados entre el público que suben al escenario para participar en una ceremonia que es un derroche de teatralidad y capacidad interpretativa. Conducido por Ander Lipus, maestro de ceremonias, convocante de unos cuantos personajes que ocupan su cuerpo con una facilidad pasmosa y que además le procuran un don: hablar con un acento diferente en cada personaje, una exposición de las hablas del euskera con toda una exposición para poder descubrir de donde proviene social o geográficamente cada uno por el uso de su euskalki.

Esa búsqueda del espectador perfecto se convierte en una relación sado-masoquista, una buena metáfora dada la angustia en que vive el artista teatral, buscando el equilibrio entre sus deseos creativos, la precariedad de los medios, el acomodo a modas, circunstancias, mercados, programaciones y gustos de esos públicos etéreos, que nunca se sabe por dónde pueden aparecer. Quizás la escalada de violencia sea un recurso retórico, pero que abre las puertas a otros desvaríos puramente teatrales que nos parecen lo sustancial.

Porque estamos ante una auténtica celebración del teatro, con unos elementos escenográficos básicos, pero con un monstruo sobre el escenario, Ander Lipus, capaz de convertir cualquier instante, cualquier acción menor en un momento glorioso. Crece y crece en escena, es el gran juglar vasco, un actor generoso hasta la extenuación, un artista con los pies en el suelo, que introduce parte de su propia historia teatral en la obra para acuñar un mundo propio, rico, intenso, comparable por singularidad y calidad con los mejores del universo.

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