El Sr. González Márquez, que debe al PSOE su espléndida situación social, ha pedido que en los escraches no se proceda con el sobresalto que conlleva la protesta popular ante el domicilio de quienes son responsables políticos de la multiplicación de los desahucios. Y para dar fuerza a su petición ha recurrido a una de sus manipulaciones retóricas: «¿Por qué un niño va a tener que aguantar una presión en la puerta de su casa?».

Esta vez no cuela, Sr. González. Imagine usted que a sus padres les hubieran expulsado de la vaquería que poseían en el barrio sevillano de Buenavista, siendo usted aún niño, por no hacer frente a una hipoteca lanzada al mercado como un insidioso cebo bancario ¿Quién habría ejercido violencia en tal caso, sus modestos padres en la hipotética protesta o el banco que instrumentó la trampa apetitosa? Porque las hipotecas operaron como los pasteleros de mi tiempo de postguerra, que poblaban de milhojas sus escaparates a fin de tentar nuestras almas ansiosas de todo. Gobernar no consiste en armar trampas para cazar al soñador, tal como hizo el Sr. Aznar, supongo que ahora colega suyo en los negocios internacionales. Gobernar no es ofertar futuros que llevan dentro un tiburón.

Usted ha tomado partido por los hijos de los poderosos en política ¿Y qué dice usted de los otros niños, los que sufren la violencia infinita de verse privados de un hogar, generalmente modesto? Repito su pregunta cortada para engaño de simples: ¿acaso esos niños han de aguantar la presión en la puerta de su casa cuando llega el Juzgado?

Sr. González, usted renunció a los postulados socialistas cuando le llegaron los efluvios de los buenos perfumes. No renuncie ahora también a los niños de los que padecen la miseria. Al revés de lo que dice la ironía literaria, los pobres también lloran.