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Iker Bizkarguenaga Periodista

Loritos

Desde que nos mudamos de Gasteiz a Basauri, el camino que hago todos los días de regreso del trabajo a casa viene amenizado por el simpático silbido de dos loros que, uno en una ventana y el otro justo en la de enfrente, parecen saludar a quienes pasamos entre ellos. Son dos loros cuyos sonidos son tan humanos que al principio pensaba que alguien me estaba vacilando, hasta que al final los vi, encaramados a sus respectivas jaulas mirándome con cara burlona.

En realidad, loro es el nombre común que se aplica a unas 350 especies de aves de brillante colorido que incluyen entre otras a las cacatúas, los loritos, los agapornis, los guacamayos, los periquitos, los papagayos, las cotorritas y las amazonas, y que tienen como principal característica su capacidad para imitar el habla humana -no en todos los casos-, gracias a su lengua carnosa, redonda y movediza.

El loro es un gran imitador, pero no entiende lo que dice, no intenten por tanto entablar una conversación con uno de ellos. Sí tiene buena memoria y sabe qué sonidos debe imitar cuando tiene hambre o cuando llega alguien, pero no comprende ni sabe el significado de lo que imita. Su capacidad para emular la voz humana y otros sonidos es uno de los motivos de su popularidad como mascotas, y aunque tener uno de ellos como vecino puede ser cargante, yo he cogido cariño a los loros de Basozelai, porque cuando les oigo sé que estoy de camino a casa.

Y eso es algo que viene muy bien después de una de esas maratonianas jornadas laborales que tan ricamente nos zampamos los periodistas, una profesión donde «horario flexible» es un eufemismo ante el que uno no sabe si reír o llorar. Hay quien me ha espetado, ante un mínimo amago de lamento, que a ver de qué estoy cansado si me paso el día sentado. Que cómo puede cansarse uno por escribir cuatro cosillas... Algún día esta será la última pregunta que haga algún infortunado.

Este trabajo, aviso a quien esté a punto de matricularse en la universidad, no es jauja, y muchas veces acabamos hechos fosfatina y con los nervios más tensos que las cuerdas de una guitarra. Así que he decidido bajarme en el ordenador las intervenciones más tronchantes de ese dúo cómico que han montado en UPyD Toni Cantó y Gorka Maneiro. Para escucharlas cada vez que me dé bajón. Porque no hay nada más reconfortante que estar trabajando, y sentirse como en casa. O camino de ella.

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