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Raimundo Fitero

Peonza

 

A veces la vida política parece guiarse por el principio de la peonza, que en cuando se queda quieta, sin movimiento, se cae, perece, desaparece su presencia. La política, o el sucedáneo que ahora consumimos televisivamente, y el periodismo se ha convertido en un plato combinado de restaurante de comida rápida. Y los neones deben estar funcionando siempre porque abren veinticuatro horas. Si nos ponemos a mirar lo que queda de la famosa primavera árabe, se nos puede saltar las lágrimas. Mirar hoy a Egipto, con Mubarack en un limbo jurídico, es tener muestras fehacientes de la gran farsa. Lo mismo si intentamos saber qué está sucediendo en Libia o si al observar lo que se nos vende como que la guerra civil en Siria, descubrimos que se trata de la misma estrategia de la tensión, la de reventar cualquier esperanza. Pero si no siguen con los focos bélicos, se cae la peonza de las empresas armamentísticas, del apoderamiento por el uso de la fuerza de los recursos naturales y el control de los mismos en el futuro y todos los clásicos argumentos que no por reiterativos son menos válidos.

Si miramos a Venezuela, la vergüenza crece de manera exponencial la vergüenza ajena que se siente por el tratamiento periodístico y televisivo dado a la campaña. No se puede ser más tendenciosos de manera más primaria. Los pajaritos de Maduro puede hacer mucha gracia, lo mismo que las calificaciones de la muda Cospedal refiriéndose a los escraches como nazismo puro. Estos fachas españoles corrompen todo cuanto nombran. Si elevan la violencia verbal, pueden aumentar la violencia policial y la represión con multas disuasorias. Los que no paran de moverse son los resortes del Reino de España, la Fiscalía General, la Abogacía del Estado, que están que no paran, ven un acto de recibimiento a un preso vasco, muerto en no aclaradas circunstancias y sacan las recetas antiguas de represión a cualquier expresión colectiva, ven una imputación a una Borbón y sacan una batería de defensa estatal para dejar claro que pertenecemos a una monarquía bananera, corrupta en sus entrañas. Hoy se escucharán gritos a favor de la República, muchos serán de repudio a esta situación decadente.

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